Por: Juan Carlos Suárez Revollar
En mayo la provincia de Chupaca (Junín) se ve alegrada por cientos de danzantes que, siguiendo la larga tradición, representan la mixtura de la sierra y la selva.
Cuenta una leyenda que al llegar los guerreros incas a tierras wankas, los antiguos pobladores chupacos decidieron marcharse a la selva para evitar ser avasallados y conservar su libertad. Su plan era salir por un tiempo hasta hacerse fuertes y regresar entonces para expulsar a los incas y recuperar sus dominios.
Pero terminaron permaneciendo en esos lares por años y adquirieron las costumbres de la selva. Incluso, a pesar que en su mayoría eran varones, tuvieron descendencia allí, y aunque algunos se quedaron, la mayor parte siguió la consigna inicial de retornar para luchar por aquello que les pertenecía: las tierras de Chupaca (Junín).
Mientras oye esa historia, Abelardo Cunqui se calza los zapatos de charol. Está listo para marchar a la plaza de Chupaca donde, codo a codo con su pandilla de danzantes, intentará ganar el concurso de los Shapish: los guerreros chupacos.
Para Abelardo es muy importante participar en esta festividad. Año a año, viste la túnica blanca y la pantaloneta cuyas mangas y botapiés tejió su madre a crochet. Las flechas son significativas para él, esta vez ha rociado unas gotas de agua bendita sobre las cintas que las adornan.
Aunque reconoce su heroísmo y romanticismo, el escritor y folclorista José Oregón Morales descarta la historia de los guerreros chupacos, a la que considera reciente y urdida únicamente para alabar al poblador chupaquino. Él está de acuerdo con el también folclorista Luis Cárdenas Raschio sobre el origen de esta danza.
“Los shapish -nos dicen ambos- provienen del distrito de Matahuasi, en la provincia de Concepción (Junín). Los wankas chupacos satirizaban a los españoles que regresaban de su expedición a la selva, derrotados por la naturaleza y por Juan Santos Atahualpa y sus caciques. Así llegaron a Chupaca, donde se adoptó esta danza como propia”.
Abelardo se encoge de hombros y, ya con su pandilla, danza en medio de la plaza de Chupaca; este año está decidido a ganar el “Shapish de oro”.
“El origen del nombre de los Shapish es ‘chapetón’, es decir ‘recién llegado’ -afirma José Oregón-. Incluso la faz que representa la máscara: roja por la insolación y con sarpullidos por los bichos, personifica al conquistador español que partió a la selva en busca de ‘El Dorado’, pero que se encontró con la muerte y la derrota más humillante”.
Para él, los chupacos no serían más que los portadores que se unieron a la expedición española. “No hay ningún testimonio creíble, ni siquiera un indicio en las crónicas ni en la historia acerca de los guerreros shapish”, afirma. “Incluso ‘chupaco’ significa ‘seguilón en gran expedición’”.
Los guardaespaldas se abren paso delante de los caporales. Abelardo zapatea, da un saltito y retorna a su lugar. Mientras continúa representando el enfrentamiento, agita las flechas hasta que le son arrebatadas y llega el zapateo final. Ha terminado el baile. La larga espera será hasta el próximo año.
En tanto ambas historias se disputan su veracidad, los shapish siguen bailando llenos de ímpetu, haciendo de Chupaca la ciudad que vio nacer de la tradición serrana y selvática una cultura universal.
Publicado en Portal Web Radio Programas del Perú, 11 de mayo de 2012