Crítica de literatura: Colección privada, de Diego Eguiguren

La perplejidad del pesimista

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Aunque ya había publicado un par de libros, Diego Eguiguren (Lima, 1989) mantiene aquel perfil bajo del creador a quien no interesa demasiado ceder en la libertad artística de su obra a cambio de alcanzar mayor difusión.

Esa es la primera impresión que deja su nuevo trabajo, Colección privada (Editorial Micrópolis, 2012). El libro rebasa la clasificación de microficción. Se trata de un volumen de narraciones, significativas individualmente, pero de gran valor si se ven como un todo. El personaje central, un Diego ficticio, alter ego del autor —pero no por eso el Diego de carne y hueso que escribió el libro—, a través de breves reflexiones y retazos de su vida, conduce al lector, entre anécdota y anécdota, a esa corta temporada en el infierno en la que se encuentra.

El mundo que el personaje narrador esboza pasa por un punto de vista colmado de desaliento. A lo largo del libro el lector va conociéndolo, en un mano a mano con él, evocando y viviendo sus recuerdos.

Si bien Colección privada se promociona como un volumen de narraciones breves, por su forma y fondo parece acercarse más bien a la novela corta. El libro recuerda a una de aquellas nouvelles experimentales, caóticas, que afloran cada cierto tiempo. De manera irregular se esboza una historia muy personal, como escrita para el propio autor.

La presencia de Charles Bukowski ha dejado una marca a fuego en Colección privada. El personaje narrador es un paria del mundo, que vive por el arte, ajeno a todo; a su modo, es un hedonista, un exégeta de sí mismo.

Aunque la mujer perdida del relato aparece y desaparece, se mantiene omnipresente a lo largo del libro, como una sombra infalible y dolorosa. Por su causa, de pronto al narrador no le queda más que una sufriente supervivencia.

El lenguaje altamente formal es otra característica del libro. Eguiguren usa combinaciones de palabras poco usuales en el habla común. Esta tendencia se nota, incluso, en los diálogos de los otros personajes.

La particular visión del narrador convierte el mundo en algo afín a él; por eso todos hablan, piensan o sienten como él.

El protagonista es un ser vencido a medias: no tiene perspectivas ni esperanzas, pero se niega a abandonar el ruedo. Ese es su aspecto más heroico, una sucesión de instantes en que se resiste a la derrota.

Su futuro se figura no tener importancia para él; ya su historia parece estar acabada. ¿No hay más? En realidad, sí debe de haber, o al menos es lo que queda como una oscura sugerencia al final del relato.

Publicado en Suplemento Cultural Solo 4, del diario Correo, el 25 de agosto de 2012.

 

Crítica de literatura: La carretera (de Cormac McCarthy)

Las cenizas y la desesperanza

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

La carretera (2006) de Cormac McCarthy.

En La carretera Cormac McCarthy desempeña el papel de narrador de una historia, de por sí, desesperanzadora. El mundo posapocalíptico de la novela se nos muestra gélido, gris, cubierto de cenizas. Los pocos supervivientes vagan desperdigados sin rumbo en busca de los últimos restos de alimentos. Los dos protagonistas, un padre y su hijo, cuyos nombres, intencionalmente, jamás nos son revelados —pues en esta tierra de nadie ya no importan—, se asumen a sí mismos como emisarios del bien porque todavía no matan ni se comen a los otros, y a decir del niño, por ser los «portadores del fuego».

En apariencia pocas cosas ocurren en La carretera. Pero los encuentros inesperados con las hordas de caníbales en que se han convertido las gentes, los incidentes que hacen peligrar la vida de los protagonistas, o los fortuitos hallazgos de objetos de la otrora civilización son prueba de la mucha acción que hay. La inminencia de la muerte es permanente, y es por eso el eje de la historia. La carretera, solitaria e inevitable, es testigo impasible de ese viaje a la nada que han emprendido padre e hijo.

La prosa es sencilla, directa, sin ornamentos, excesos de adjetivación ni juegos de palabras. Es bastante más expositiva que narrativa. El papel del narrador se limita a mostrar lo que sucede con sus dos personajes, sin opinar o interferir con la historia. Se usa el punto de vista del padre, y salvo en unos pocos fragmentos, el del hijo (esto último se siente como un defecto); y en una única secuencia se narra en primera persona, en forma de monólogo interior. El remoto pasado antes del desastre aparece, a través de los breves raccontos, como algo ya lejano, inalcanzable. Sólo queda el presente, del cual son ambos resignados protagonistas.

La carretera es una historia del espanto y el horror en un futuro posible, y estamos seguros, una de las grandes novelas del siglo XXI.

Cormac McCarthy
Nacido en Rhode Island en 1933, es uno de los narradores más prestigiosos de la actual Norteamérica. Es autor de las novelas Meridiano de sangre (1985), Todos los hermosos caballos (1992), No es lugar para viejos (2005), entre otras. La carretera (2006) le mereció el Premio Pulitzer.

Publicado el 12 de marzo de 2011 en el suplemento cultural Solo 4 del diario Correo de Huancayo.