Entrevista a José Oregón Morales sobre su novela ‘Mi tío el cura’

El escritor José Oregón Morales (foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

El sobrino del cura

Acaba de presentarse Mi tío el cura (Acerva, 2019), la nueva novela de José Oregón Morales. Se trata de una historia que ocurre entre los grandes movimientos sociales desde mediados del siglo XX en la sierra central peruana. En la siguiente entrevista el autor nos habla de este libro y de su propia existencia entre su niñez y juventud, la militancia política y, sobre todo, la literatura.

Entrevista y fotos: Juan Carlos Suárez Revollar

Mi tío el cura hace una fuerte crítica al sistema semifeudal en la sierra central de mediados del siglo XX.
En mi niñez todavía sobrevivían grupos amplios de feudales, pero en decadencia. La mayor parte de esas familias migraron a Huancayo o a Lima en busca de un futuro. Antes que ellos ya había emigrado la mayoría de los pongos y sirvientes de sus haciendas. Cuando llegué a Huancavelica aún quedaban personas desposeídas, muy pobres, que vivían de cultivar parcelas al partir recibidas de esos hacendados.

Pero también encontramos una historia que ocurre entre dos ciudades, Huancayo y Huancavelica. Eso te obligó a lidiar con dos identidades.
Para nosotros los huancavelicanos estas dos localidades son una misma. Yo he vivido entre dos mundos: en esa Huancavelica que relega a los huancas; y en Huancayo, que lo hace con los huancavelicanos. Pero Tayacaja es una provincia sin región, porque es más cercana a Huancayo que a la misma Huancavelica y no consigue pertenecer a ninguno de los dos. Eso nos hace un poco apátridas.

Y, sin embargo, el grueso de tu obra toma la identidad de Huancavelica como su centro.
Es porque yo he crecido en esa tierra, tan rica en vivencias pese a que no tuvo una universidad hasta 1993. El único plantel superior de estudios era la escuela normal que los alumnos debimos levantar nosotros mismos de tapial y calaminas. Y cuando el gobierno militar lo cerró, no solo los estudiantes, los campesinos, los comerciantes, los arrieros, todos salimos a marchar, a luchar por una educación para los hijos huancavelicanos. Ese episodio me decidió a escribir Mi tío el cura.

Portada de la novela ‘Mi tío el cura’ (foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

Has dicho que esta novela te tomó escribirla veinte años…
El libro tuvo una primera versión hace veinte años. Y yo pensaba que la obra estaba terminada. Pero nunca pude dedicarle el tiempo necesario porque la vida se me iba en cargos públicos o en el grupo de arte Tuky. Y en ese tiempo fui escribiendo otros libros. Pero la novela se quedó durmiendo hasta que finalmente se pudo corregir y pulir hasta la versión que acaba publicarse.

Parte de Mi tío el cura ocurre en la cárcel.
A mí me detuvieron en una gran protesta contra el gobierno militar. Alguna prensa se portó muy mal, contra las causas de Huancayo, y pedía el escarnio hacia nosotros. Pero todas las comunidades, los colegios, algunas empresas, nos donaban a diario víveres y abrigo a los presos políticos. Estar en la cárcel me permitió comprender más la vida y amarla. Aprendí a escuchar a los humildes.

Resalta la coincidencia temática de esta novela con, por ejemplo, La casita del cedrón, tu primera novela. ¿Era tu intención hacer una continuación o esperabas tener un espacio narrativo autónomo?
Yo quería un mundo independiente, pero la fuerza de la realidad, los hechos, los personajes que son parte de mí, prevalecieron en Mi tío el cura.

El sacerdote de la novela cumple una función paterna que tu padre biológico no pudo asumir a cabalidad.
Yo amaba a mi padre, pero por desgracia murió muy joven. Con él pasé experiencias que nunca olvido. Algunas las trasladé al cura para enriquecer la novela. De mi padre aprendí música y teatro, que han marcado toda mi vida. Él era un maestro rural que quedó postrado por diez años y se negó a dejar su cargo de director en Ahuaycha para ser docente de aula en Huancayo. Mis recuerdos más vivos de él son de un ser inmóvil que no hablaba pero sí comprendía y solo se comunicaba con la mirada y lloraba.

Hay una relación muy tirante entre el protagonista de la novela con su tío sacerdote…
Nuestras confrontaciones fueron principalmente en mi juventud. Yo era un imprudente y encima rojimio. Un día, después de una discusión por política donde me puso la cena de sombrero, decidió que ya no debíamos vivir bajo el mismo techo. Todavía cumplió su promesa de darme una profesión, pero me hizo mudar a una pensión que él siguió pagando. Él era un cura jesuita muy apegado a la letra. Para él era incomprensible que mis amigos y yo saliéramos a exigir mejores profesores o marcháramos con los sindicalistas.

La mayoría de los conflictos entre el cura y el sobrino ocurren por la política. ¿Con el tiempo te has moderado en ese pensamiento?
Yo sigo manteniendo el mismo pensamiento político. Pero ya no soy el que, como en la juventud, se lanza a las medidas radicales. Pienso que los métodos de lucha y reclamación deben ser más racionales, fundamentados en un trabajo de bases y no en la improvisación, a veces, violentista. La izquierda debe poner las barbas en remojo y fundar un partido con programas, reglamentaciones y una postura definida y dejarse de egoísmos para acceder al poder y plasmar esas grandes ideas a favor del pueblo.

En la novela me parece percibir una mayor empatía con los personajes de edad avanzada.
Es porque en mi existencia veo que estoy repitiendo muchos actos de mi tío sacerdote, de mi padre y, sobre todo, de mi madre…

Tu madre ha sido muy relevante para ti.
Ella lo ha sido todo para mí. Todo lo que hago y soy es gracias a mi madre. Yo era alguien sin perspectivas que no sabía ahorrar ni prepararse para el futuro. Ella era muy estricta, me castigaba con rajadas de leña si me portaba mal y me obligaba a estudiar, porque yo no quería aprender, lo confieso. Ella trabajaba muy duro, bordaba, cantaba. Me forjó como soy. Hace poco el gobernador de Huancavelica me dio un puesto de confianza diciendo que no era por cualquier competencia técnica que yo tuviera, sino por la trilla que cantaba mi madre (risas).

Otro personaje memorable, por su fuerza, es la madre de Zoraida.
No voy a decir su nombre verdadero por respeto a su familia. Ella vivía en Pampas y era exactamente como se la describe en la novela, hasta un poco más. Era una mujer culta, de jolgorio, muy pudiente.

José Oregón Morales durante un espectáculo de cuentacuentos (foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

Mi tío el cura es una novela autobiográfica. Últimamente parece que solo se publican novelas de ese tipo en Junín.
Esas novelas se limitan a contar la vida íntima, personal, de sus autores. Solo hay anécdotas domésticas o como mucho costumbristas. Pero ninguna de ellas retrata los movimientos sociales importantes ocurridos en Huancayo o Huancavelica. Diría que es por miedo.

¿Por qué un adolescente debería leer Mi tío el cura?
Para comprender lo hermoso que es la vida infantil, juvenil, y para conocer la situación del Perú, que aún es grave. Así ellos podrán entender la violencia que enfrentó el país. Mi tío el cura es como una simple fotografía. Y en el futuro, ya con más conocimiento, interpretarán lo absurdo que se vivió en nuestro país con la dictadura militar, la guerra interna y la pobreza que persigue todavía a las mujeres y hombres de la sierra central.

Publicado en Gatonegro N°32, octubre de 2019.

Entrevista al autor de Cautivos de mar y tierra

Primera obra en su tipo en la historia de Junín

La recientemente publicada novela Cautivos de mar y tierra (Acerva, 2017), de Juan Carlos Suárez Revollar, es una historia que transcurre en África Central durante la I Guerra Mundial. La interesante trama es también un proyecto muy ambicioso de su autor y promete hacerse parte representativa de nuestra literatura.

Una entrevista de: Luis Puente de la Vega Rojas

En esta época de planes lectores escolares, ¿podemos decir que Cautivos de mar y tierra funcionaría para ese público?
Cautivos de mar y tierra es en el fondo una novela de aventuras, un género que siempre ha tenido más empatía entre lectores jóvenes. Pero tiene un trasfondo algo más complejo, que sobrepasa la mera acción. Acaso sea por eso que permite diversas lecturas, en ocasiones completamente distintas entre sí. No sé si es buena idea ubicar las novelas según los nichos de mercado. Sí funciona, digamos, en términos editoriales. Lo que pasa es que por pensar así olvidamos que la literatura debiera ser universal y adaptable a cualquier lector sin importar sus rangos de edad, sexo o religión.

Juan Carlos Suárez Revollar, el autor de ‘Cautivos de mar y tierra’, en la biblioteca de su casa (Foto: dpto. de prensa Acerva Ediciones).

Coméntanos un poco sobre su gestación…
Cuando la empecé a escribir tenía en mente un proyecto diferente, que iba a ser incluso literatura fantástica. Pero la historia me arrastró por un contexto colonial en un estado de guerra. Una situación extrema transforma por completo al ser humano. Lo hizo con toda la trama de esta novela, con cada uno de sus personajes y, pensándolo bien, también conmigo. Ahora sé que lo mío es la narrativa realista. Ambientar una historia en un territorio lejano, hace cien años, implica mucha disciplina e investigación. Lo grato es cuando notas que los personajes se hacen cada vez más tangibles y casi los sientes respirar.

A pesar de lo difícil que es escribir un libro, la mayoría de autores coinciden en que el paso más complicado es la publicación.
Es un gran paso decidir que la novela a la que entregaste tanto tiempo y trabajo está lista para su publicación. A menudo uno anda tratando de alcanzar un estado utópico de perfección. Y no paras de releer y corregir, hasta que ya no puedes mejorar nada, sino solo transformar. Si con todo eso, el libro todavía funciona, debes entender que es hora de publicar.

La mayoría de narradores, incluido Vargas Llosa, ha empezado publicando cuentos por ser un formato más «amigable». ¿Por qué tú te aventuras a ir de frente a la novela?
Creemos que el cuento es más fácil que la novela por su brevedad, pero la intensidad que es capaz de alcanzar le quita todo lo amigable si eres exigente. Hay casos de escritores que han pasado años enteros batallando con un pequeño fragmento. Cautivos de mar y tierra es novela y no cuento porque la historia no podía presentarse de otra manera. Aborda muchos temas, parte de su trama ocurre en varios continentes e intenta profundizar en cada personaje. Como cuento eso habría sido imposible.

¿En definir eso tuvo que ver tu experiencia como editor de literatura?
Definitivamente sí. En los últimos cinco años he editado una veintena de novelas. En ese transcurso aprendí muchísimo. Y las observaciones que en ocasiones pedía corregir a sus autores, pues procuraba no cometerlas en Cautivos de mar y tierra. Ser editor duplica el nivel de exigencia con tu propia obra. Pero con todo eso, escribir esta novela fue una de las mejores experiencias que he vivido jamás.

Un punto importante de Cautivos de mar y tierra es que trata sobre la amistad, la lealtad y la condición humana, temas de por sí aristotélicos…
Precisamente por eso la literatura es universal. No importa de dónde vengamos ni cómo sea nuestra forma de vida, hay características propias del ser humano de las que jamás nos podremos desprender. Y la literatura las aborda, les da forma, reflexiona sobre ellas. ¿Cómo es, si no, que en pleno siglo XXI nos seguimos conmoviendo cuando el Quijote es apaleado por intentar traer algo de justicia a los hombres?

Cautivos de mar y tierra de Juan Carlos Suárez Revollar

¿El lector huancaíno tiene una predilección por la novela histórica?
Huancayo tiene una tradición literaria diversa y rica, de la que las novelas históricas son más bien las menos frecuentes. En narrativa el relato corto es el que predomina. Y en la poesía hay verdaderas piezas maestras. Ahora se vive un tiempo de cambio muy profundo a nivel social, que finalmente es el que determina la clase de literatura que se produce y lee. Lo bueno es que cada año se siguen publicando nuevas novelas en Huancayo. Eso significa que tenemos una literatura llena de vida.

Al sumergirme en Cautivos de mar y tierra me pareció sentir a Joseph Conrad y su novela El corazón de las tinieblas. ¿Es así?
Digamos que el punto en común de ambas novelas es que ocurren, al menos en apariencia, en un mismo espacio geográfico. Pero no creo que haya más coincidencias entre ellas. Se trata de historias y estilos completamente diferentes. Quizá la causa de esa impresión sea mi empeño en mostrar un deslumbramiento permanente por El corazón de las tinieblas y haberla mencionado en el apéndice del libro.

Para terminar, ¿por qué «cautivos»?
Desde el punto de vista de la novela, la cautividad es la del ser humano dentro de un entorno más grande, digamos por sociedades enfrentadas o incluso por la naturaleza. El hombre cree haberla dominado, y no hay nada más falso. Por eso los personajes de Cautivos de mar y tierra viven en constante tensión, rozando a menudo la muerte ya sea por enfermedades tropicales o a manos de sus semejantes. Y sobre todo eso, se impone la voluntad de vivir, la rebeldía para seguir adelante y no dejarse endurecer por las circunstancias. ¿Qué mejor sentimiento que la amistad para hacer frente a la inhumanidad de un mundo así?

Publicado en la revista El Huacón, edición 199, del 22 de mayo de 2017.

Entrevista a Ugo Velazco sobre ‘El bonsái Kobayashi’

El escritor Ugo Velazco, autor del volumen de cuentos ‘El bonsái Kobayashi’ (Foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

“Gran parte de lo que escribo procede de mis sueños”

Entrevista y fotos: Juan Carlos Suárez Revollar

Conversamos con Ugo Velazco, ganador del concurso «El cuento de las mil palabras» 2018 —premio organizado por la revista Caretas— con «El bonsái Kobayashi» y autor del volumen de cuentos con el mismo título. En la siguiente entrevista nos habla de este libro y, además, nos contó sobre su método de trabajo en narrativa breve y gran parte de lo que ha sido la construcción de su obra literaria.

Al ver la cantidad de publicaciones que has hecho en tan poco tiempo, uno se lleva la imagen de que eres un escritor muy prolífico.
Escribo desde los 18 años, cuando estaba en la universidad. Yo escribía narrativa, pero nadie lo sabía. Todos creían que solo hacía poesía. Escribía sin tener demasiadas lecturas; si vale el término, empíricamente. A los 20 años entregué mis cuentos a un amigo y me dijo que debía publicarlos. Publiqué mi primer cuento en 2012, en El tiempo de los muertos. Entonces tenía un conjunto de 25 cuentos. Es un libro que tuvo tres ediciones ya agotadas.

¿Cómo alternas tu producción literaria entre el cuento y la poesía?
A los catorce años empecé escribiendo un cuento feo, horrible. Yo no sabía lo que era un cuento. Aprendí de Oswaldo Reynoso. Escribo poemas desde los 15 años, una poesía muy adolescente. En la universidad constituí un grupo literario, centrado principalmente en la poesía. Era para nosotros más emotiva, más directa. Entonces yo escribía cuentos en forma oculta; poesía y cuento al mismo tiempo. Leía a narradores pero más a poetas. Ambos géneros pueden calificarse diferentes, pero en el fondo tienen muchas semejanzas, son parientes muy cercanos.

‘El bonsái Kobayashi’, volumen de cuentos del escritor Ugo Velazco (Foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

La mayoría de tus cuentos abordan temas fantásticos, pero también tienen un cierto halo de absurdo.
Sucede que gran parte de lo que escribo procede de mis sueños. He heredado ese don de mi madre que, creo, tiene algo de bruja. Ella me enseñó a interpretar los sueños. Es como si yo estuviese consciente y tomando nota de lo que sueño. Mi cuento «El sobre rojo» es absurdo porque salió de un sueño. Al despertar le di forma, quité, agregué, pero el sueño está ahí. Parto del supuesto: «¿qué pasaría si un objeto del sueño llega a trasponer ese umbral y aparece en la realidad?».

Otros cuentos del libro también tienen un ambiente muy de pesadilla, desde «El bonsái Kobayashi», «La pesca» o «La tía Berenice»…
O también el cuento «Rigoberto ya estaba muerto», que toca el tema de la brujería, el daño, el maleficio; en este caso, del hijo contra el padre. Hay ahí una atmósfera tétrica. Mi segundo libro, precisamente, se titula El daño; donde hay otro cuento que trata de un danzante de tijeras y un hechizo.

En los cuentos de El bonsái Kobayashi tú tienes preferencia por los personajes narradores, e incluso se diría que son ellos los protagonistas.
Me gusta la primera persona porque se acerca más al lector. Hay como un diálogo entre ambos, como cuando alguien cuenta un chisme a otro. No me gusta la tercera persona porque se entromete.

Otro aspecto que llama la atención es el de tus protagonistas, a menudo niños, que se desplazan al espacio de un personaje ya mayor y extremadamente enigmático.
Mis personajes preferidos son siempre niños y ancianos. Los veo mucho más interesantes que los jóvenes o adultos. Los niños son la representación de lo puro, lo nuevo, lo ingenuo. Y los viejos están al otro lado; a puertas de conocer aquello que tanto tememos e ignoramos. Un viejo no solo representa la sabiduría, sino posiblemente el conjunto de todos los vicios y males que ha acumulado a lo largo de su existencia. Hacerlos encontrar en un cuento no solo es interesante, sino necesario. Por ejemplo en «El bonsái Kobayashi», el niño es asimilado, poseído, transformado por el viejo.

Se respira en estos cuentos un ambiente de decadencia: hay casas que están por caer, objetos acumulados y empolvados por los años y el desuso.
El tiempo es para mí un tema muy inquietante, terrorífico. En mi libro El tiempo de los muertos hablo de la taxidermia, o desapariciones. Inconscientemente siento que es un mecanismo de defensa para hacer frente al paso del tiempo. Me asusta el paso del tiempo y que nosotros no podamos hacer nada. Por su causa se muere la gente. Las casas viejas o los objetos empolvados son una manifestación del paso del tiempo.

Y precisamente el tiempo protagoniza «Las casualidades no existen», un cuento de ciencia ficción que nos remite a Aldous Huxley, pero principalmente al  Arthur Clarke de El centinela y 2001. Una odisea del espacio
Leer a Huxley hizo que mi temor al tiempo se hiciera casi patológico. Yo he sido siempre pesimista. Por más que el ser humano se esmere en hacer bien las cosas, nuestro destino ya está marcado. Soy muy aficionado a la astronomía y siempre me aterraron los agujeros negros. Por eso me preguntaba para qué estamos aquí, quizá nunca debimos haber existido. Los mismo me pasa cuando leo el Apocalipsis, porque también quería ser sacerdote.

¿Aún crees en Dios?
Sí, pero mi dios es extraterrestre. No es el dios cristiano. Empecé por ahí, pero ahora creo que es una gran mentira. Si hay un dios, debe ser uno muy parecido a nosotros, solo que con un nivel de desarrollo muchísimo más adelantado. Un poco de ahí es de donde sale el cuento «Las casualidades no existen». Si padecemos el impacto de un cometa o asteroide, yo me pregunto qué probabilidad hay de que en todo este infinito universo dos cuerpos choquen, habiendo tanto espacio. Si sucede, tiene que ser premeditado por alguien con potestad sobre los astros. Nosotros somos el proyecto de alguien. En mi cuento, la imagen del dios no es omnipotente, porque él tiene un baúl. Y este dios se parece a mi abuelo. Cuando yo era pequeño tenía prohibido entrar a un cuarto en casa de mis abuelos donde había un baúl antiguo.

Ya en cuanto a tus preferencias de autor, ¿solo escribes cuentos fantásticos o tienes relatos realistas aún no conocidos?
El 95 % de lo que escribo es fantástico o absurdo. La razón es porque la fantasía me ofrece más posibilidades y recursos para construir una ficción. El realismo, por otra parte, me limita. Yo le tengo un poco de recelo, quizá porque cuando iba a la universidad leía mucha literatura rusa contestataria, política, reivindicativa, y no me puedo quitar de la cabeza esa figuración de literatura realista.

¿En qué se diferencian tus cuentos de los de, digamos, Borges, Cortázar o Arreola?
Cuando publiqué El tiempo de los muertos me dijeron que eso era Borges, aunque cuando escribí ese libro apenas había leído un par de cuentos suyos. Mis cuentos, por el hecho de ser literatura fantástica, guardan mucha relación con lo que se ha escrito antes. No creo ser tan original en ese sentido. Sí tengo cierta originalidad en el sentido de que mis cuentos hablan de desapariciones, más que de la muerte. Para mí la desaparición es más trágica que la muerte, porque es un poco absurda. Por ejemplo en «La tía Berenice», en cuanto a la desaparición de Cintia, solo está en el ámbito de la fantasía que se convirtió en una gata. O que la convirtieron. Pero lo importante es que ha desaparecido. Dejó de ser humana para ser un animal. En la muerte al menos queda el consuelo de tener un cuerpo, pero cuando uno desaparece, hay absurdo. Mis cuentos se orientan hacia eso.

Ugo Velazco, autor del volumen de cuentos ‘El bonsái Kobayashi’ (Foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

¿Cómo manejas el desenlace en los cuentos del libro y en tu estilo general como narrador?
Me cuesta bastante. El final es la cereza del pastel. Si no manejas un buen final, lo que has ido construyendo con esmero podría fracasar. Yo prefiero los finales abiertos, porque la vida es así. Siempre seguirá ocurriendo algo después. También hay finales absurdos, como la renuncia en «El sobre rojo», es una locura que aparezca en la realidad un sobre que el personaje soñó. O quizá renuncia por estrés, porque el trabajo lo estaba aplastando. El mejor final es uno que fluye naturalmente, que no sea ambiguo, pero que tampoco deje satisfecho al lector. Yo no quiero a un lector que sea feliz al momento de terminar mis cuentos. Quiero a un lector con más dudas que cuando empezó a leer, y que me odie, que reniegue.

Me da la impresión de que el libro se ambienta en una especie de Huancayo o en una ciudad inventada que se le parece muchísimo.
Sí, mi escenario es Huancayo, es nuestra región. No por regionalista, sino porque es lo que yo conozco. Pero no es un Huancayo realista, al pie de la letra. He construido una ciudad paralela donde pueden pasar estas historias. Tengo un cuento donde mi personaje se sitúa entre el Jirón Loreto y la Calle Real, donde hay un reloj desde hace años que siempre me ha inquietado. El Huancayo que describo es muy parecido al real.

¿Para terminar, a qué otros autores percibes como futuros clásicos en la literatura de Junín?
En poesía estamos en una escasez tremenda. No podría decir un nombre de alguien que ya tenga una voz poética, pero sí hay algunos que tienen cierto valor. Clara Trilce tiene poemas muy buenos. Y por lo que he podido ver en estos últimos años, ha habido un aumento de narradores, pero no creo que estén trabajando con la disciplina necesaria. Pareciera que lo toman como un hobbie o un medio para tener presencia en los medios o redes sociales. Sin embargo, si yo tengo que hablar sobre un trabajo serio, en primer lugar está tu novela [Cautivos de mar y tierra]. Me parece que con su aparición, el año pasado [2017], se ha recuperado una línea que había descendido en calidad. Yo como editor he recibido montones de novelas, pero que realmente eran el borrador del borrador. Pero tu libro ha marcado una distancia enorme y sirve como modelo para los jóvenes que están escribiendo ahora en cuanto a la calidad estricta y tratamiento de la imagen y muchas cosas. Hay también un muchacho que escribió varias novelas inéditas, Jefferson Gomez, con el que tengo muchas expectativas. En cuento es muy bueno. Hay otro, Eduardo Tácunan, que me recuerda a mí cuando era universitario. Él tiene mucho talento y un uso del lenguaje serio y que, si le pone mucha disciplina, será toda una promesa.

Una entrevista exclusiva para jcsuarez.com.pe

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El escritor Percy Toribio Alvarado en un parque de Pio Pata, Huancayo (Foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

“Existen muy pocas novelas de tema ecologista en la región y el país”

Entrevista y fotos: Juan Carlos Suárez Revollar

Conversamos con el escritor Percy Toribio Alvarado sobre su novela El bosque, libro que viene siendo leído por miles de adolescentes de Junín en este año 2018. Nos habló también del proceso de escritura y su método de trabajo. A causa de su apretada agenda, solo pudimos hacer esta entrevista por correo electrónico. Como sus respuestas fueron transcritas por él mismo, se publican tal cual las recibimos.

Tu obra literaria está enfocada principalmente en el cuento. ¿Fue difícil cambiar ese registro por la novela?
No tuve mayores complicaciones toda vez que el cuento y la novela son especies literarias que tiene mucho en común. Claro, como narrador tenía más experiencia en escribir cuentos, y escribir mi primera novela lo asumí como un reto personal. Durante la escritura tuve dificultades en la organización de la historia, toda vez que inicialmente el universo de mi novela era mucho más amplio. Me di cuenta que las historias eran muy dispersas y no aportaban en la unidad temática, así que opté por quitarlos, depurarlos; al hacerlo la novela ganó en unidad pero perdió en extensión.

Cada autor tiene su propio método de trabajo. ¿Cómo es tu proceso de escritura?
En mi caso debo tener la historia construida de principio a fin, una vez que ya tenga la historia muy clara en mi mente, primero elaboro una secuencia de hechos principales, los anoto en orden secuencial para que no sufra cambios y desviaciones durante el proceso de la escritura; los organizo buscando la relación e interrelación entre ellas a fin de que la historia tenga un sentido lógico, este proceso generalmente me demora más tiempo; y sólo cuando este proceso está concluido recién empiezo a escribir.

¿Consideras El bosque una novela corta o un cuento largo?
Es una novela breve, aunque los críticos sugieren que este tipo de textos de extensión breve y que tengan entre 60 a 80 páginas, debería llamarse noveleta. Bueno es un término poco usual, pero eso sería su nombre correcto.

El bosque, de Percy Toribio Alvarado (Foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

¿Cómo asumes la historia autobiográfica de El bosque?
El bosque es una novela autobiográfica, y está basada en una experiencia personal. Cuando era niño, yo vivía en el barrio de Pio Pata; y allí había un bosque de eucaliptos de regular extensión, a ese lugar íbamos a jugar los amigos del barrio, también iba mucha gente a pasar un día de campo en familia, iban también los enamorados, la gente que necesitaba leña para cocinar, en fin, era un lugar muy concurrido sobre todo los fines de semana. Con el correr de los años, la población fue creciendo y alguien decidió convertir todo ese espacio en una nueva urbanización, entonces decidieron cortar todos los árboles de nuestro bosque, no sirvieron de nada las protestas y la oposición de los vecinos, al final este bosque desapareció. Esta experiencia real, me sirvió de base para escribir la novela. La experiencia personal fue vital a la hora de escribirla. Existen muy pocos elementos de fantasía en mi obra.

¿Alguno de los personajes se basa en ti cuando niño?
Sí, el personaje Fede; en el fondo yo soy Fede, y decidí ocultar mi identidad verdadera en el nombre de este personaje.

¿Se podría decir que El bosque es una novela de denuncia?
Sí, en la novela se denuncia el crecimiento urbano que no respeta los espacios de recreación. Denuncia el excesivo crecimiento poblacional que atenta contra los pocos espacios libres que nos quedan y que necesitamos para tener una vida más digna en contacto con la naturaleza. El otro día vi a un grupo de niños jugando con la pelota en una calle muy transitada, estos niños jugaban a la expectativa de los vehículos que transitaban constantemente por esa vía. Eso me llamó la atención, me preguntaba por qué ellos tenían que jugar en ese lugar exponiéndose al peligro; y la respuesta es evidente, ellos no tenían espacios de recreación, no existía un parque cercano para divertirse. Creo que el creciente desarrollo urbano debería considerar estos espacios públicos: parques, jardines, campos de fulbito, etc.

El escritor Percy Toribio Alvarado (Foto: Juan Carlos Suárez Revollar).

¿El tema central es el cuidado del ambiente? El bosque también aborda la migración y el mestizaje, ¿cómo lo asumes?
Sí, el tema central de la novela tiene que ver con el cuidado del medio ambiente y la necesidad de protegerlo. El tema de la migración también está presente en la novela. Huancayo es una ciudad cosmopolita que ha recibido a lo largo de su historia a muchos migrantes. Esta migración ha originado el desarrollo urbano y el crecimiento poblacional de Huancayo. La migración trajo como consecuencia la necesidad de construir más viviendas en los espacios agrícolas y en los campos donde había árboles. En la novela se describe este problema social. El tema del mestizaje no es muy relevante en la obra.

Salvo Julián Malaver, no hay propiamente antagonistas en El bosque. ¿Era esa tu intención?
Sí para efectos de la historia consideré solo un personaje antagonista, y claro los policías también apoyan a Julián Malaver en su afán de apropiarse del bosque.

¿Qué destacarías de cada uno de los cuatro niños de El bosque?
Los cuatro niños son amigos del barrio, ellos tienen una participación activa en la defensa del bosque. Me hubiese gustado que los niños tengan más protagonismo dentro de la novela, especialmente Fede quien es el personaje principal, en mucho de los casos los niños solo se limitan a ser testigos presenciales. Me hubiese gustado darles más protagonismo a todos, pero consideré que, como niños, la gente mayor finalmente tomaría las decisiones.

¿Cómo interpretarías el rol de Chavo en la novela?
El Chavo está basado en un personaje real. Era un loquito que vivía muy cerca del bosque, este personaje participa en la defensa del bosque con una intención muy clara, quería que el lector aprecie que el loco, a pesar de su condición, también se muestra indignado ante la destrucción del bosque.

Portada de la novela ‘El bosque’, de Percy Toribio Alvarado.

¿Es acaso el destino de todo bosque urbano el mismo que en la novela?
Pienso que sí, si las autoridades y el pueblo no toman conciencia en la necesidad de protegerlos, en el futuro otros bosques irán desapareciendo progresivamente al igual que el bosque de mi historia. Considero que el crecimiento de la población es acelerado y cada vez estamos apropiándonos de terrenos agrícolas y espacios forestales para convertirlos en urbanos. Reitero que, si las autoridades y el pueblo no ponen freno a ello, los bosques seguirán desapareciendo en el futuro.

¿Qué diferencias destacarías entre El bosque con otras novelas semiautobiográficas publicadas en Junín en los últimos años?
Existen muy pocas novelas de tema ecologistas en la región y el país, creo que es hora de empezar a abordar este tema dentro de la literatura porque la problemática ambiental exige despertar conciencias, mi novela apunta a ello.

¿Por qué el lector adolescente debería leer El bosque?
Es una novela que llama a reflexión de la necesidad de cuidar y proteger el medio ambiente. En estos tiempos necesitamos despertar conciencias sobre este tema. La literatura cumple una función importante: La denuncia social, a través de mi obra también busco que el estudiante tome conciencia, reflexione sobre la urgencia de proteger el medio ambiente. Los bosques son los pulmones de la humanidad, nos proveen de oxigeno puro; es una de las tantas razones por la que debemos defenderlo siempre.

Una entrevista exclusiva para jcsuarez.com.pe

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Entrevista a Juan Carlos Suárez Revollar: «Las lecturas se están haciendo más ligeras»

Una entrevista de Daniel Mitma

Luego de leer El Quijote, Juan Carlos Suárez Revollar supo que la literatura era lo suyo. Lector voraz, crítico agudo y editor perfeccionista, decidió aventurarse lanzando su propia editorial. Hoy es uno de los principales sellos en la región (Acerva Ediciones) y alista nuevas entregas. Sobre ese mundillo literario y editorial del valle del Mantaro conversamos con él.

Publicado en diario Correo, el 10 de setiembre de 2015.

Entrevista a Juan Carlos Suárez Revollar: «Hemos llegado a un equilibrio entre el Estado y la piratería»

Una entrevista de Luis Puente de la Vega

Conversamos con Juan Carlos Suárez, crítico literario, escritor y director desde hace siete años de Acerva Ediciones, quien nos habla sobre el mundo editorial, la literatura y las políticas de lectura en Junín y el Perú.
Juan Carlos Suárez Revollar en su biblioteca personal.

¿El 2016 fue un buen año para el mercado editorial de nuestra región?
Si bien Junín no tiene índices de lectoría tan altos como otras regiones, veo con buenos ojos que se está avanzando en ese aspecto. No tenemos ya solo una, sino dos ferias del libro, institucionalizadas y con largas perspectivas de futuro. En ese crecimiento de la lectoría hay un mayor consumo de autores locales, varios de ellos con una obra igual de relevante que los mejores escritores del país. Además hay iniciativas privadas y desde el Estado para promover la comprensión lectora y la lectura en general. Los resultados se verán en el largo plazo, y serán positivos.

Es evidente que el mercado editorial, con el plan lector, se ha visto favorecido en los últimos años. ¿Ese beneficio también abarca a la comprensión lectora del alumno?
Ahí terminamos dependiendo de la pericia del docente. Los hay buenos y muy comprometidos con su labor, capaces de sacar partido incluso de libros no tan buenos. Pero qué hacemos con aquellos cuyas miles de ocupaciones no les permiten estudiar a fondo el libro que se está leyendo. Recordemos que los docentes están entre los profesionales con mayor carga laboral y emocional. Por eso es importante que el libro se defienda solo, que sea atractivo, interesante y, lo más importante, que contenga esos conflictos humanos propios de la gran literatura.

¿El plan lector está siendo bien aplicado en nuestra región?
He visto el trabajo de docentes que han conseguido no solo un nivel altísimo de comprensión, sino además el involucramiento de sus estudiantes en la trama y hasta ese estado con el que sueña todo autor: cambiar la vida del lector a través de una novela. Quizá se podría tomar esas experiencias como referente para planes piloto. A nivel de la región percibo una voluntad de hacer bien las cosas, aunque en la política nacional tenemos la tendencia a reducir las horas de literatura por otras materias. ¿Menos ficción e imaginación por más lógica y especialización? ¿Eso no nos deshumaniza un poco?

¿La selección de escritores que hace la Dirección Regional de Educación es atinada?
La esencia del plan lector se supone una elección democrática de cualquier lectura entre alumnos y docentes. En cuanto a acertar, es subjetivo. Una persona puede tener en gran estima un libro que, simplemente, marcó su vida, y lo defenderá porque a su entender es genial. Pero luego resulta ser un best seller de autoayuda al que los críticos consideran mugre editorial. ¿A quién le creemos, al crítico o a ese lector? Lo que la DREJ hace es sugerir algunos títulos para un concurso de comprensión lectora. Varias novelas de Acerva fueron seleccionadas en ese grupo y han arrojado buenos resultados. Eso se explica porque son libros muy empáticos con el lector joven.

¿Alguna vez te han pedido «comisiones» para conseguir la lectoría de tus libros en alguna institución educativa?
A menudo lo que condiciona la lectura de los libros no es su calidad sino las comisiones e incentivos. La prueba son los escándalos de corrupción que han involucrado a algunas editoriales grandes. Pero pese a las sanciones, siguen funcionando y no les va mal. Tampoco se percibe una política del Estado para contrarrestarlo. Lo bueno es que en el sector educación hay mucha gente honesta con la que sí se puede trabajar sin caer en prácticas que, aunque te harían crecer como empresa, te degradarían como persona.

¿Y qué nos dices de la piratería?
La piratería es oportunista y pelea con ventaja. Ellos eligen qué imprimir de acuerdo a la demanda, y cuentan con la logística y canales de distribución más eficientes del rubro editorial. Los libros de Acerva pirateados tenían altos niveles de lectoría. Y en cuanto apareció la versión pirata, las ventas cayeron en 90 %. No importa lo barato que se venda un libro, ellos pueden ofrecerlo por muchísimo menos. He visto versiones de nuestros libros que no les habrían reportado ni diez o quince céntimos de rentabilidad por ejemplar. Entonces ahí ya no se percibe solo un ánimo de lucrar, sino de demolerte por haber osado enfrentarlo con una edición original y bonita de cinco soles.

Si bajar el precio de un libro hasta ese nivel no es la solución, ¿cuál sería entonces?
Nuevamente, esa es una función del Estado. A su modo, la piratería suple también el rol del Estado de dar acceso a los libros. Si no hay una política de mantener bibliotecas públicas, ¿cómo hará alguien para estudiar con un libro que cuesta setecientos o mil soles? Hemos llegado a un punto de equilibrio entre Estado e informalidad, en este caso, la piratería. No creo que a algún funcionario le interese alterar eso, habiendo otras prioridades.

¿Quiénes son los autores locales más auspiciosos?
Citaría a dos, Augusto Effio, quien pese a su brevísima obra publicada, es el mejor narrador que ha dado Junín. Es un autor al que debemos prestar muchísima atención. María Teresa Zúñiga, por su parte, si bien es reconocida como una de las mejores dramaturgas peruanas, es también una gran narradora. Prueba de eso es su novela La casa grande, que ha recibido muy buenos comentarios dentro y fuera del país. Luego vienen los autores, digamos, consagrados, como Villanes Cairo o Rivera Martínez. Pero lo que se ve ahora es una transición generacional. Hay muchos jóvenes que están escribiendo. Y lo están haciendo bien. En unos años tendremos una nueva literatura de Junín más consolidada.

¿Qué nos traerás para este 2017?
Tenemos algunos títulos en proceso de edición. El más inmediato, y que ya lleva tiempo en espera, estimo para bien, es Mi tío el cura, de José Oregón Morales. Ha tenido varias versiones y una larga gestación. Pero ya está lista para su publicación. Además tenemos tres proyectos adicionales cuya publicación decidiremos en el transcurso del año. En el mundo editorial debemos ser pacientes y tener tino. Por fortuna, ya van siete años de Acerva, y prometedoras perspectivas, además.

Publicado en revista El Huacón, edición 180, del 9 de enero de 2017.