Entrevista al autor de Cautivos de mar y tierra

Primera obra en su tipo en la historia de Junín

La recientemente publicada novela Cautivos de mar y tierra (Acerva, 2017), de Juan Carlos Suárez Revollar, es una historia que transcurre en África Central durante la I Guerra Mundial. La interesante trama es también un proyecto muy ambicioso de su autor y promete hacerse parte representativa de nuestra literatura.

Una entrevista de: Luis Puente de la Vega Rojas

En esta época de planes lectores escolares, ¿podemos decir que Cautivos de mar y tierra funcionaría para ese público?
Cautivos de mar y tierra es en el fondo una novela de aventuras, un género que siempre ha tenido más empatía entre lectores jóvenes. Pero tiene un trasfondo algo más complejo, que sobrepasa la mera acción. Acaso sea por eso que permite diversas lecturas, en ocasiones completamente distintas entre sí. No sé si es buena idea ubicar las novelas según los nichos de mercado. Sí funciona, digamos, en términos editoriales. Lo que pasa es que por pensar así olvidamos que la literatura debiera ser universal y adaptable a cualquier lector sin importar sus rangos de edad, sexo o religión.

Juan Carlos Suárez Revollar, el autor de ‘Cautivos de mar y tierra’, en la biblioteca de su casa (Foto: dpto. de prensa Acerva Ediciones).

Coméntanos un poco sobre su gestación…
Cuando la empecé a escribir tenía en mente un proyecto diferente, que iba a ser incluso literatura fantástica. Pero la historia me arrastró por un contexto colonial en un estado de guerra. Una situación extrema transforma por completo al ser humano. Lo hizo con toda la trama de esta novela, con cada uno de sus personajes y, pensándolo bien, también conmigo. Ahora sé que lo mío es la narrativa realista. Ambientar una historia en un territorio lejano, hace cien años, implica mucha disciplina e investigación. Lo grato es cuando notas que los personajes se hacen cada vez más tangibles y casi los sientes respirar.

A pesar de lo difícil que es escribir un libro, la mayoría de autores coinciden en que el paso más complicado es la publicación.
Es un gran paso decidir que la novela a la que entregaste tanto tiempo y trabajo está lista para su publicación. A menudo uno anda tratando de alcanzar un estado utópico de perfección. Y no paras de releer y corregir, hasta que ya no puedes mejorar nada, sino solo transformar. Si con todo eso, el libro todavía funciona, debes entender que es hora de publicar.

La mayoría de narradores, incluido Vargas Llosa, ha empezado publicando cuentos por ser un formato más «amigable». ¿Por qué tú te aventuras a ir de frente a la novela?
Creemos que el cuento es más fácil que la novela por su brevedad, pero la intensidad que es capaz de alcanzar le quita todo lo amigable si eres exigente. Hay casos de escritores que han pasado años enteros batallando con un pequeño fragmento. Cautivos de mar y tierra es novela y no cuento porque la historia no podía presentarse de otra manera. Aborda muchos temas, parte de su trama ocurre en varios continentes e intenta profundizar en cada personaje. Como cuento eso habría sido imposible.

¿En definir eso tuvo que ver tu experiencia como editor de literatura?
Definitivamente sí. En los últimos cinco años he editado una veintena de novelas. En ese transcurso aprendí muchísimo. Y las observaciones que en ocasiones pedía corregir a sus autores, pues procuraba no cometerlas en Cautivos de mar y tierra. Ser editor duplica el nivel de exigencia con tu propia obra. Pero con todo eso, escribir esta novela fue una de las mejores experiencias que he vivido jamás.

Un punto importante de Cautivos de mar y tierra es que trata sobre la amistad, la lealtad y la condición humana, temas de por sí aristotélicos…
Precisamente por eso la literatura es universal. No importa de dónde vengamos ni cómo sea nuestra forma de vida, hay características propias del ser humano de las que jamás nos podremos desprender. Y la literatura las aborda, les da forma, reflexiona sobre ellas. ¿Cómo es, si no, que en pleno siglo XXI nos seguimos conmoviendo cuando el Quijote es apaleado por intentar traer algo de justicia a los hombres?

Cautivos de mar y tierra de Juan Carlos Suárez Revollar

¿El lector huancaíno tiene una predilección por la novela histórica?
Huancayo tiene una tradición literaria diversa y rica, de la que las novelas históricas son más bien las menos frecuentes. En narrativa el relato corto es el que predomina. Y en la poesía hay verdaderas piezas maestras. Ahora se vive un tiempo de cambio muy profundo a nivel social, que finalmente es el que determina la clase de literatura que se produce y lee. Lo bueno es que cada año se siguen publicando nuevas novelas en Huancayo. Eso significa que tenemos una literatura llena de vida.

Al sumergirme en Cautivos de mar y tierra me pareció sentir a Joseph Conrad y su novela El corazón de las tinieblas. ¿Es así?
Digamos que el punto en común de ambas novelas es que ocurren, al menos en apariencia, en un mismo espacio geográfico. Pero no creo que haya más coincidencias entre ellas. Se trata de historias y estilos completamente diferentes. Quizá la causa de esa impresión sea mi empeño en mostrar un deslumbramiento permanente por El corazón de las tinieblas y haberla mencionado en el apéndice del libro.

Para terminar, ¿por qué «cautivos»?
Desde el punto de vista de la novela, la cautividad es la del ser humano dentro de un entorno más grande, digamos por sociedades enfrentadas o incluso por la naturaleza. El hombre cree haberla dominado, y no hay nada más falso. Por eso los personajes de Cautivos de mar y tierra viven en constante tensión, rozando a menudo la muerte ya sea por enfermedades tropicales o a manos de sus semejantes. Y sobre todo eso, se impone la voluntad de vivir, la rebeldía para seguir adelante y no dejarse endurecer por las circunstancias. ¿Qué mejor sentimiento que la amistad para hacer frente a la inhumanidad de un mundo así?

Publicado en la revista El Huacón, edición 199, del 22 de mayo de 2017.

Crítica de literatura: El duelo (de Joseph Conrad)

El honor hasta el fin de la vida

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Joseph Conrad, autor de ‘El duelo.’

Aunque polaco de nacimiento, Konrad Korzeniowski —más tarde Joseph Conrad— (1857 – 1924) escribió su obra en inglés, idioma que aprendió pasados los veintitrés años de edad. Su trabajo mayor es El corazón de las tinieblas (1902), una poderosa novela que tiene como contexto la explotación y exterminio a gran escala en El Congo por la «Compañía» del rey belga Leopold II —esto último nunca se dice—, pero desde una particular óptica. Esta selva salvaje e inexpugnable va pervirtiendo y destruyendo a todos cuantos ingresan en ella. La desconexión con la realidad en que caen los personajes llega a niveles clínicos de perturbación mental. Sus novelas contienen, en su fondo y forma, mucha complejidad, al punto de tornarse, por momentos, un tanto densas. Otra gran novela suya es Lord Jim (1900), a la que podrían sumarse La línea de sombra (1917), Nostromo (1904) y El agente secreto (1907).

De 1906 es Gaspar Ruiz (A Set of Six), una colección de seis narraciones. La más extensa de ellas es El duelo, una novela corta situada durante las guerras napoleónicas —The Duel: A Military Tale, publicada también, en un volumen independiente, en Nueva York, en 1908, con el título de The Point of Honor—. Sus protagonistas, dos oficiales franceses, se enfrentan a duelo en repetidas ocasiones y sin razón aparente a lo largo de dieciséis años (los posibles motivos van desde un lío de faldas hasta la acusación de que D’Hubert «nunca quiso a Bonaparte». Pero el más probable es el enojo de Feraud por su arresto tras su primer duelo y, ya que no podía desobedecer, y menos batirse con el general que dio la orden, el reto fue para el mensajero).

Portada de la edición norteamericana de 1908 de El duelo.

El duelo dista del estilo y la temática predominante en Conrad. La estructura es bastante sencilla, lineal, salvo en cierto fragmento en que, como en una crónica histórica, se nos adelanta lo que ocurrirá con Joseph Fouché, un despreciable y camaleónico político de fugaz aunque memorable aparición que, para complicar las cosas, es real. El narrador es omnisciente y privilegia el punto de vista del oficial Armand D’Hubert. El otro, su enemigo, es el gascón —como D’Artagnan— Gabriel Feraud. Pero a diferencia de Los tres mosqueteros y todas sus secuelas (para Conrad, en las novelas de Alejandro Dumas no había más que una «teatral e infantil vehemencia por el juego de la vida»), El duelo no engrandece el espíritu duelista, ni tampoco su motivación: el honor. Más bien aborda ambas cosas con un sesgo irónico, y torna en ridícula esa ardorosa necesidad de batirse de sus protagonistas.

D’Hubert, un oficial cultivado, de buenas maneras y origen aristócrata, es arrastrado a esta larga disputa de honor por Feraud, belicoso y lleno de ímpetus, algo limitado pero tenaz. Conrad trata mejor en su narración al primero, y establece también un vínculo de interdependencia con el otro que se va fortaleciendo con los años: sus ascensos parejos o la solidaria camaradería durante el regreso de la desastrosa campaña de Rusia. Pero más aún, aquellas extrañas acciones entre las que se cuentan la eliminación del nombre de Feraud de la lista negra de bonapartistas gracias a la mediación de D’Hubert o la protección que dará este a aquel después de su enfrentamiento final.

El duelo es una obra menor si se la compara con las grandes novelas de Conrad. Aun así, ofrece una lectura amena y crea en el lector la misma simpatía por sus personajes que los de las historias más notables de este autor.

MÁS DATOS
El duelo tiene una estupenda adaptación fílmica, con el título de Los duelistas (The duellists), dirigida por Ridley Scott y estrenada en 1978.

Publicado en Suplemento Cultural Solo 4 del diario Correo, el 10 de setiembre de 2011.