*Escrito con motivo de la violenta represión y posterior masacre de más de 50 personas en todo el Perú por el gobierno de Dina Boluarte poco después de asumir la presidencia de la república.
Siete muertos hasta ahora, y podrían ser más, sin contar a los heridos de extrema gravedad y con pronóstico reservado.
Quisiera saber si la presidenta y sus ministros, si los congresistas y sus asesores, si los policías y sus jefes pueden conciliar el sueño por las noches después de ser copartícipes y corresponsables de esas muertes. ¿Al menos son capaces de sentir un poco de vergüenza por aquello que han ocasionado?
Son siete vidas las que se han perdido. Siete personas cuyas esperanzas ya nunca serán y a quienes los años ya no agotarán. Siete familias están rotas y cuando la convulsión social termine solo pasarán al olvido.
¿Es tan difícil dialogar en lugar de usar contra quienes protestan la etiqueta de «terroristas» o «gente azuzada» por el Movadef? El Movadef no es capaz ni de organizar una rifa.
Que haya algunos delincuentes, terroristas o vándalos en las marchas está muy lejos de convertirlas en marchas de delincuentes, terroristas o vándalos. ¿Es tan difícil entender? ¿Es tan difícil intentar al menos comprender el verdadero trasfondo de las protestas?
La violencia seguirá creciendo y dudo que este gobierno ya sea sostenible, considerando toda la movilización dentro del Perú y la falta de reconocimiento internacional.
Uno de los causantes de esta crisis, el Congreso, ha dejado de ser legítimo desde hace varias elecciones. ¿Puede al menos establecerse un mecanismo para evitar su impunidad o para que los congresistas puedan ser desaforados sin la participación del propio Congreso?
Desde la legalidad, la única salida pasa precisamente por el Congreso, de entre cuyos integrantes saldrá el próximo presidente una vez que Dina Boluarte entienda que el país se le ha ido de las manos y acabe por renunciar.
Es lo que hay porque así está escrito en la Constitución. Un principio humano es que el error siempre es posible. Podemos fallar pero también corregir. Y si la Constitución permite un sistema tan nefasto —el error—, puede que el camino sea su reforma total o parcial para devolver el poder a las mayorías y que los 130 congresistas comiencen por fin a rendir cuentas a sus votantes y ya no a intereses personales propios y de los dueños de sus partidos.
Publicado en Másdatamazonia el 14 de diciembre de 2022