Crítica de cine: Gus Van Sant

El ojo crítico e impasible de los márgenes de la humanidad

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Gus Van Sant aborda sus películas de una manera poco convencional, tanto por el lado de las historias —adolescentes o adultos jóvenes deprimidos, atormentados y adictos con escaso poder de decisión sobre sus propias vidas—, como por la presentación narrativa: con estructuras complejas a través de audaces saltos temporales y multitud de puntos de vista.
Su primera película, Drugstore Cowboy, estrenada en 1989, tiene como tema central la adicción, pero también la autodestrucción del protagonista, y todo ello sin convertirse en una parábola moral. Mi propio Idaho privado continúa esa exploración, pero con un mayor alcance y nivel artístico, constituyéndose como su primera gran película —es, además, una adaptación libre basada en el personaje Falstaff, de Shakespeare—. A partir de entonces su obra decae ligeramente: de ese periodo son Ellas también se deprimen, Todo por un sueño, el éxito comercial El indomable Will Hunting y toca fondo con el remake de Psicosis, película que, pese a ser idéntica en la historia, guión, diálogos y hasta en los planos a la de Hitchcock, pierde en la comparación por amplísimo margen.
Descubriendo a Forrester y Gerry supusieron una honorable recuperación de su filmografía, pero fue con Elefante que logró su segunda gran película. Basada en hechos reales, entrecruza las vivencias cotidianas de los estudiantes del instituto Columbine poco antes y durante la tristemente célebre matanza a manos de dos de sus compañeros. La complejidad y eficacia de la estructura, además del alto nivel del filme, le valieron la Palma de Oro en Cannes. Last Days continúa por la misma senda, con una organización narrativa que entremezcla tiempo, espacio y puntos de vista. El propio Van Sant negó que se tratara de los últimos días de vida de Kurt Cobain, líder de la banda Nirvana, aunque ello suena a patraña. También participó, en 2005 y 2007, en un par de proyectos grupales que reúnen cortometrajes de varios distinguidos directores, París, yo te amo y Chacun Son Cinema.
Sus dos últimos trabajos son bastante disímiles: Paranoid Park tiene el mismo tono que Elefante y Last Days, aunque con una presentación estructural algo más sencilla; Milk, en cambio, se alinea a los filmes comerciales y usa sus códigos y formas, pero con la marca indeleble del gran director. Debemos señalar que Gus Van Sant es uno de los realizadores activos más importantes de la cinematografía mundial, que continúa aportando nuevas formas de hacer cine. Más bien, de hacer gran cine.

Publicado en Correo de Huancayo, el 16 de mayo de 2009

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