Opinión: Inmigrantes

Escribe: Juan Carlos Suárez Revollar

Los inmigrantes en nuestras ciudades de hoy son venezolanos, igual que hace unas décadas lo eran peruanos provenientes de poblados rurales. También ellos, entonces, enfrentaron un cierto rechazo, una cierta antipatía que aún perdura en forma de racismo y discriminación. Pero a diferencia de la vergonzosa hostilidad al inmigrante andino, en la del venezolano se suma un ingrediente político porque encarna la evidencia de una crisis humanitaria que la izquierda se empeña en negar.

El Perú es el resultado de una mezcolanza cultural riquísima, producto, precisamente, de la migración.

Es claro que el inmigrante llega con una identidad propia, que incluye el idioma, religión o raza, además de sus costumbres. Malentender su contacto con la identidad local origina la xenofobia y un nacionalismo irracional y, a menudo, con un sesgo egoísta en el mejor de los casos y homicida en el peor. En su ensayo Identidades asesinas, Amin Maalouf lo explica como una falta de tolerancia por el otro. Recordemos, en cambio, que el Perú es el resultado de una mezcolanza cultural riquísima, producto, precisamente, de la migración.

¿Pero los inmigrantes peruanos han contribuido con la sociedad actual? Consiguieron integrarse a la economía nacional, muchas veces sorteando las trabas de una formalización poco menos que imposible. Aportaron mano de obra en una industria todavía incipiente o fundaron pequeños negocios que dan empleo y pagan impuestos. Y, de a pocos, costearon educación, salud, construyeron viviendas. Sus hijos y nietos, hoy en día, ya con estudios técnicos o universitarios, son el motor de nuestro crecimiento.

Publicado en Correo el 11 de marzo de 2018

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Opinión: El enemigo común

 

Opinión: El enemigo común

Escribe: Juan Carlos Suárez Revollar

¿Tiene algún sustento real la lucha contra la informalidad y la delincuencia que, según Henry López, el alcalde de Huancayo, encarnan los ciudadanos de Venezuela? Más bien se diría que anunciar a esta ciudad libre de venezolanos tiene otras motivaciones. La principal es una cierta simpatía hacia el régimen de Nicolás Maduro que no solo él, sino sus otros camaradas de partido nunca se han molestado en ocultar.

Desde que se inició la oleada migratoria desde Venezuela a toda América Latina la izquierda no está contenta. Y gran parte de ella ha orquestado una larga batalla mediática para satanizar a miles de personas que, antes que inmigrantes, tienen condición de refugiados y son la evidencia palpable de un sistema político y económico —otra vez— fallido.

¿Acaso una ciudad que se formó, creció y desarrolló gracias al empuje de miles de inmigrantes tendrá simpatía por una política que busca echar a gente que también vino de otras tierras?

Una estrategia más o menos efectiva que usan los caudillos para ganar popularidad es convencernos de la existencia de un enemigo común. Ayuda a unir naciones o pequeñas sociedades y las hace trabajar codo a codo para vencer y sobrevivir. Pero a menudo sirve también a esa clase dirigente para distraer de los problemas inmediatos, casi siempre originados por su incompetencia.

Dudo que proclamar la expulsión de venezolanos alcance a unir a Huancayo en una causa común. Muy al contrario, lo va a polarizar. ¿Acaso una ciudad que se formó, creció y desarrolló gracias al empuje de miles de inmigrantes tendrá simpatía por una política que busca echar a gente que también vino de otras tierras?

Publicado en portal de noticias Clandestino el 2 de abril de 2019.

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Opinión: Inmigrantes

Opinión: Lecciones de la crisis irlandesa

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

En la historia económica mundial las crisis son perturbadoras presencias que reaparecen de manera cíclica y, aunque resulte inverosímil, suelen ir acompañadas por un comportamiento colectivo irracional que precipita el desastre. Queda en la memoria la terrible crisis de finales de los ochenta en nuestro país, agravada por la especulación en el precio de los comestibles e hidrocarburos. Tocó fondo con el shock económico que tanto asustó a los votantes en 1990 y que finalmente —contra sus propios compromisos electorales— Alberto Fujimori puso en marcha.

Aun cuando los escenarios entre la Irlanda anterior a la crisis y la del Perú actual son diferentes, también hay similitudes en el respectivo ‘boom’ inmobiliario de ambos países.

Por esas mismas fechas, Irlanda, una tierra tradicionalmente pobre dentro de las islas británicas, experimentaba un enorme ascenso económico. Como suele pasar tras toda una vida de carencias, el gasto individual creció y se trasladó gradualmente hacia los bienes suntuarios y, lo más peligroso, a un endeudamiento a mediano plazo en el rubro inmobiliario que el sector financiero —que obtenía con ello jugosas ganancias— no cuidó en frenar sino, al contrario, alentó con la flexibilización del acceso al crédito hipotecario (con lo que firmaría su propia perdición). Al aumentar la demanda de bienes raíces, sus precios casi alcanzaron a triplicarse, pero en vez de atenuarse por ello, ocurrió un fenómeno psicosocial —avivado por la especulación— que estimuló la necesidad de comprar lo antes posible en tanto no siguieran subiendo.

Cuando se desencadenó la crisis los precios de las viviendas se desplomaron, y las gentes, imposibilitadas de pagar, prefirieron que los bancos se las quiten, pues el monto que aún debían era muy superior al nuevo valor de sus casas. Los embargos fueron tan recurrentes, que el sector financiero se hizo con la propiedad de decenas de miles de inmuebles invendibles, pero quedó descapitalizado y no habría tardado en quebrar si el gobierno rehusaba rescatarlo.

El crecimiento económico del Perú —y en general de América Latina— ha encarecido los recursos habitualmente accesibles (entre ellos los bienes raíces). Las casas y terrenos casi han triplicado su precio en los últimos cinco años, y el endeudamiento en ese rubro continúa creciendo, en tanto los bancos que otorgan los créditos se apresuran a negar una burbuja inmobiliaria (Gestión, 14/05/2013). Aun cuando los escenarios entre la Irlanda anterior a la crisis y la del Perú actual son diferentes, también hay similitudes en el respectivo ‘boom’ inmobiliario de ambos países. Y puede ser más grave si consideramos que el del Perú ocurre en un contexto internacional de ralentización económica con grandes posibilidades de contagio, y de flexibilización crediticia hipotecaria al interior del país. Esperemos estar equivocados.

Escrito para la columna No es el Cielo. Diario El Sol del 29 de julio de 2013.