Crítica de cine: Quisiera ser millonario

Dramas y desamores en el show de la vida

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Danny Boyle, uno de los más notables directores británicos de la actualidad, estrenó en 1996 Trainspotting, una ágil realización sobre un grupo de adolescentes cocainómanos que viven al margen de la ley. Entre lo mejor que dirigió se cuentan, además, 28 días después, acerca de un ataque de muertos vivientes, Millones, de dos niños que encuentran dinero robado a un banco y Alerta solar, referente a un posible fin de la actividad del Sol.

Quisiera ser millonario, su último trabajo, está contado usando una organización temporal de tres niveles: en el primero (presente) Jamal, un joven que apenas sabe leer, es interrogado porque se sospecha que ha hecho trampa para llegar al final de un concurso de conocimientos; en el siguiente (pasado inmediato) está el propio concurso, donde la resolución de cada pregunta nos remite al pasado mediato —el más rico—, correspondiente a la etapa de niñez y adolescencia de Jamal, su hermano Said y Latika, la muchacha de quien vive enamorado. Con un contexto sórdido de los bajos fondos de la India, somos testigos del desapacible crecimiento de estos niños como pequeños granujas que (sobre)viven entre rufianes y gángsters.
No se podría tachar al filme de ilusorio y poco creíble —pese a las coincidencias imposibles, golpes de suerte extraordinarios o actos inesperados de buena o mala fe— porque se hace una evocación del estilo cinematográfico indio, que tiene a todos estos supuestos como característica.

La historia es intensa, muy cercana al dramón, pero está abordada con optimismo y algo de ingenuidad. Boyle echa mano del suspenso y de mucha acción, consiguiendo así un ritmo trepidante realmente efectivo para captar y mantener la atención del espectador.

Si se pasa por alto la lógica realista indispensable para cualquier relato verosímil, obtendremos una película bien contada, cuyos elementos narrativos y situacionales se disponen hábilmente, y los personajes, si bien son poco coherentes, resultan atractivos. Cabe señalar que quien no vea Quisiera ser millonario desde esa óptica quedará defraudado.

QUISIERA SER MILLONARIO
Director: Danny Boyle
Título original: Slumdog Millionaire
Países: Inglaterra, Estados Unidos, 2008
Idioma: inglés con subtítulos en español
Duración: 116 minutos

Publicado en Correo de Huancayo, el 18 de abril de 2009

Crítica de cine: El niño con el pijama de rayas

Entre juegos y fantasías, el horror

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

El niño con el pijama de rayas es la versión fílmica del bestseller infantil del mismo título, para cuya adaptación participó el propio John Boyne, autor del libro. El director es el británico Mark Herman, cuya obra —tiene más de veinte años dirigiendo— se ve por primera vez en nuestro país, y de la que destacan Tocando al viento y Pequeña voz, de 1996 y 1998 respectivamente.

La mayor parte de la historia está contada a través de los ojos de Bruno, un niño alemán de ocho años, hijo del oficial nazi encargado de la administración de un campo de concentración (sin dudas, Auschwitz). Su candor e inocencia ofrecen un peculiar punto de vista, y el espectador percibe los hechos con la misma progresión que el niño los descubre y entiende, pero filtrados por su particular sensibilidad.

En la película saltan a la vista los contrastes: dos mujeres, la madre y la abuela de Bruno, con una opinión opuesta al régimen, a diferencia del padre y el abuelo; dos niños de ocho años, el alemán y el judío, separados por la alambrada del campo de concentración, que a su vez determina las vidas completamente opuestas que llevan; y, por cierto, la verdad real con la verdad simulada.

El niño con el pijama de rayas ofrece una original visión del Holocausto, esta vez desde el lado alemán y con una perspectiva infantil de quien no comprende todavía del todo. Asimismo, a diferencia de la mayoría de filmes que abordan este periodo histórico, aquí los alemanes no son sólo una masa de individuos fanatizados e idénticos entre sí con el solo objetivo de martirizar y exterminar judíos, sino que están dotados de personalidad —unos más que otros—, aunque evidentemente en esto faltó un mejor trabajo. Del mismo modo, por momentos el ritmo se torna pesado, en especial por la carga ideológica de rigor en las historias con este tema, por la acentuación innecesaria de elementos dramáticos —como la excesiva musicalidad en algunas secuencias, la última, por ejemplo—, y hasta por la flagrante trivialización de los hechos, que convierten al resultado conjunto en manipulador y poco fiable.

En contraparte, la película se disfruta como lo que es: una obra de ficción emotiva diseñada para agradar y enternecer.

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
Director: Mark Herman
Países: Gran Bretaña, Estados Unidos, 2008
Idioma: Inglés con subtítulos en español
Duración: 94 minutos

Publicado en Correo de Huancayo, el 11 de abril de 2009

Crítica de cine: Derecho de familia

Un clan de abogados, en palabras del más joven

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Los Perelman son una familia repleta de abogados. Ariel (Daniel Hendler) es quien cuenta la historia, de costumbres, por cierto. Su voz en off expone la rutina de su padre, el abogado Bernardo Perelman (Arturo Goetz), en su recorrido diario por las oficinas del Juzgado. Sus tíos también están en el negocio, pero especializados en otras áreas, un tanto más sórdidas. Describe asimismo sus propios hábitos de trabajo para la corte judicial como Defensor de Ausentes, alternada con las apasionadas clases de abogacía que dicta en una universidad.

Impartiendo esas clases conoce a Sandra (Julieta Díaz), alumna suya con quien sabe que se casará, y, además la única de sus estudiantes a quien presta especial atención. Ella es profesora de método Pilates, y por un lío de derechos de patente es impedida de trabajar. Mientras Ariel (ayudado por su padre) se encarga de su defensa aprovecha para conquistarla. A partir de este momento Perelman padre tomará el verdadero nivel de protagonista que tiene a lo largo del filme.

La historia da entonces un salto y nos encontramos con la joven familia Perelman, que ya cría a un pequeño de dos años, Gastón (Eloy Burman), quien es el motor del vínculo matrimonial, y causante de algunas de sus apacibles discusiones, como qué tan suizo es el colegio suizo del niño.
El acontecimiento que marca esta segunda parte de la cinta es el cierre intempestivo del edificio en que Ariel trabaja por reparaciones. Eso le dará tiempo libre para cultivar mejor su relación con su hijo y también con su padre. La presencia de éste, después de su larga aparición inicial, se va acrecentando de a poquitos. Claros ejemplos son la secuencia en que Ariel olvida su cumpleaños, que evoluciona hasta aquel lunes en que le seguirá en todo su itinerario abogadesco por el Juzgado, cosa que les permitirá conectar su lazo paternal-filial.

Nada extraordinario ocurre en el filme, salvo aquello que afecta directamente a los personajes, y que son circunstancias demasiado habituales como para prestarles atención, salvo cuando se es el directo protagonista. Perelman padre está empeñado en hacer que su hijo trabaje con él, y así siga con la senda por él trazada. Pero Perelman hijo rehúsa hasta el final. Hallamos varios detalles que plantean concomitancias. El centro de la narración es la figura paterna: Perelman padre y Perelman hijo; Perelman hijo y Perelman nieto. En todo momento se acentúan los parecidos entre estas tres generaciones. He ahí la clave de la película.

En el aspecto técnico es de destacar el uso de planos sencillos, muy urbanos y clase medieros. Al mismo tiempo, se resalta la cotidianeidad de la trama, donde nunca ocurre nada. Por momentos da la impresión de que se abusa de la voz en off, pero es a través de ésta que Perelman hijo nos narra los hechos, y la que marca el ritmo del filme.

La película no es perfecta. Por ejemplo, desde el develamiento abrupto del secreto de Perelman padre, la acción se desacelera, y en su conjunto el filme pierde interés. Afortunadamente el director Daniel Burman no se extiende demasiado, lo que salva su obra. Pese a sus fallos, poco importantes, sea dicho de paso, Derecho de familia es uno de aquellas cintas que no hay que perder bajo ninguna circunstancia.

DERECHO DE FAMILIA (Argentina, España, 2005)

Director: Daniel Burman
Fotografía: Ramiro Civita
Guión: Daniel Burman
Protagonistas: Daniel Hendler (Ariel Perelman), Arturo Goez (Bernardo Perelman), Julieta Díaz (Sandra), Adriana Aizemberg (Norita), Eloy Burman (Gastón Perelman)
Duración: 96 minutos

Artículo escrito para la columna Función Continuada en marzo de 2009

Crítica de cine: Coraline

Un mundo inverso ¿a la medida de los deseos?

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Henry Selick es un director especializado en filmes animados para público infantil. En 1993 su exitosa película Pesadilla antes de Navidad, sobre una idea de Tim Burton y bajo la supervisión de éste, destacó su talento en el uso del stop-motion —técnica consistente en montar fotografías de estatuillas de plástico, arcilla, etc., fotograma por fotograma para darles sensación de movimiento—. Otros filmes suyos son James y el melocotón gigante y Monkeybone.

Por su parte, Coraline aborda el tema del mundo paralelo, magistralmente trabajado por Lewis Carroll en el díptico Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, libros que sirven de base para la construcción de la historia, y con los que se encuentran varios elementos comunes —la realidad paralela detrás del espejo (en este caso la puerta secreta), los personajes fantásticos y hasta el gato parlante—, pero en una versión absolutamente libre.

Advertimos la influencia de otros filmes, en especial una estética de “horror de cuento de hadas”, heredada de Burton y ya utilizada por el mismo Selick en Pesadilla antes de Navidad. Aunque la puesta en escena está bien trabajada, creemos que la ejecución de la historia no, y tampoco los personajes, que faltan desarrollarse. Se desperdicia el potencial que ofrece el enigmático gato, y el amigo, Wybie Lovat, no parece justificar su presencia, lo mismo que el padre.

Se puede destacar el arranque del filme, en que Coraline va descubriendo, parte por parte, las fascinantes situaciones y dobles opuestos a los reales. Es una lástima que se pierda el interés según avanza la narración, quizá porque ya se ha expuesto todo, y que se resuelva del mismo modo que la mayoría de relatos infantiles, con los malos vencidos y los buenos felices. Empero, es una muestra de la maestría de Selick en el manejo del stop-motion, que sirve como buen entretenimiento mientras dura la proyección.

CORALINE
Director: Henry Selick
País: Estados Unidos
Idioma: inglés (doblado al español)
Duración: 100 minutos

Publicado en Correo de Huancayo, el 28 de marzo de 2009

Crítica de cine: Che el argentino

Símbolos e idealismos del revolucionario

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Steven Soderbergh ha tenido una importante carrera como director, con películas impactantes como Sexo, mentiras y cintas de vídeo y Tráfico, y otras más de bastante interés como su versión de la rusa Solaris, Erin Brockovich y La gran estafa y sus secuelas.

En ese sentido, Che es un larguísimo biopic en dos partes de Ernesto ‘Che’ Guevara, en la primera de las cuales —la que reseñamos ahora— se muestra al revolucionario en acción. Soderbergh alterna una entrevista al Che y un discurso en una asamblea de las Naciones Unidas, años después y en blanco y negro, con la parte más rica, durante la lucha por la toma de Cuba en la espesura de la selva, interactuando con sus lugartenientes, guerrilleros y la población.

Cabe destacar que, a nivel de construcción del personaje —impecablemente interpretado por Benicio del Toro— se ve a un guerrillero correcto y probo, cuyo único deseo (se nos antoja) es ser revolucionario y no precisamente ganar la revolución, aunque una cosa y otra vayan de la mano. Y es precisamente ese su mayor defecto, porque el personaje pierde credibilidad, no se muestra propiamente a la persona que fue, sino a una sustancia suya, más bien de carácter ideal, cuyo único rasgo humano es, quizá, los ataques de asma que no le dejarían hasta el fin de sus días.

Llama la atención la extensión, pero apenas se siente por el buen ritmo narrativo del filme. Y hay que destacar el talento de Soderbergh para dosificar la historia, incluso en los momentos más pesados de doctrina política, alternándolos con episodios de acción que mantienen activa la atención del espectador.

La puesta en escena toma forma periodística en las secuencias en monócromo, cámara al hombro, lo que genera objetividad, y usa tonalidades de gran colorido en la lucha, destacando el ideal de quienes únicamente desean liberar a Cuba, en una guerra que se les hace poco difícil, porque el pueblo y hasta las tropas de sus enemigos desean el cambio, y los vitorean y apoyan, en especial al Che, cuya sola presencia enciende los ánimos y el fervor. ¿Sería por ello que un compañero de armas suyo le propone enjaularlo y pasearlo por toda Cuba como a una atracción de circo?
Con todo, Che es un filme sugestivo y agradable de ver. Esperaremos la segunda parte.

CHE EL ARGENTINO
Director: Steven Soderbergh
Países: Estados Unidos, Francia, España, 2008
Idiomas: español e inglés
Duración: 129 minutos
Actores: Benicio Del Toro (Che), Demián Bichir (Fidel Castro), Santiago Cabrera (Camillo Cienfuegos), Catalina Sandino (Aleida Guevara).

Publicado en Correo de Huancayo, el 14 de marzo de 2009

Crítica de cine: Breaking News

El show de los buenos contra los malos (¿quiénes son los malos?)

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Breaking News (Hong Kong, 2004) se inicia con una larga y maravillosa secuencia de cámara móvil, en que aparecen los gángsters en pleno proceso de negociado de una de sus transacciones ilícitas, antes de ser casualmente descubiertos, lo que origina un enfrentamiento con una ineficaz policía, que termina con la matanza de un buen número de personas y posterior huída de los traficantes. La palanca de la historia es la presencia de unos reporteros que graban el enfrentamiento y muestran en las noticias la incapacidad de la policía. Entonces se inicia el espectáculo.

Rebecca (Kelly Chen), una de los jefes de policía, decide montar una operación para apresar a dichos delincuentes y, de paso, lavarle la cara a su institución frente a la población, usando unas cámaras insertas en los uniformes de todos los agentes participantes. Simultáneamente, Cheung (Nick Cheung) —el típico policía duro, que se resiste a acatar las órdenes de sus superiores con tal de luchar contra el crimen—, quien ha sido ridiculizado en la acción inicial, quiere cobrar venganza y recuperar su honor capturando él solo y con ayuda de sus pocos subordinados a los traficantes, pese a desobedecer las disposiciones de Rebecca.

El film es, pues, un muestrario de lo ocurrido en el edificio donde los malos se refugian, y sus intentos por evadirse. Los periodistas están presentes cubriendo los hechos, y, por ejemplo, cuando sucede una explosión, vemos a decenas de cámaras girar coreográficamente fotografiándola. Los malos, no son tales, o, al menos, no parecen serlo. En esto, un acierto de Johnny To, el director, quien ha sabido darle profundidad a sus personajes. No es casual la toma de una familia (un padre y sus dos niños) en rehén, y las lecciones de moral que se dan mutuamente. Otra escena interesante se da con un par de los gángsters cocinando, mostrando pericia culinaria, y añorando a lo que se habrían dedicado de no ser lo que son: personas comunes y corrientes.
To dibuja a los perseguidos (que por momentos dan la impresión de convertirse en perseguidores) como unos gángsters modernos, de aquellos que ya han rebasado a los antiguos, más apegados a la tradición, y que no usaban armas de fuego: luchaban a puño limpio, como se los ve en otro de sus filmes, Elección (Hong Kong, 2002).

Los personajes no se enfrentan sólo entre sí, sino también a una abstracta aunque presente opinión pública, que les sirve además de otro frente de batalla, tanto para la policía, empeñada en mostrarse como dueña de la situación, como para los gángsters, quienes, sirviéndose de la Internet, difunden sus propias imágenes de lo ocurrido, tomadas con sus celulares, desmintiendo y hasta desenmascarando de ese modo a sus rivales.
Es asimismo una guerra de astucias. Yuen (Richie Jen), el principal de los gángsters, en su comunicación con los policías, pugna por tener el control de la situación, dándose incluso el lujo de enamorar a Rebecca, con quien después surge un idilio.

A nivel general es una magnífica película, que debe verse; y Johnny To un director a quien no hay que perder de vista: promete.

BREAKING NEWS
Título original: Dai Sigin
Director: Johnny To
País: Hong Kong, 2004
Duración: 90 minutosActores: Richie Jen (Yuen), Kelly Chen (Rebecca), Nick Cheung (Cheung), Cheung Siu Fai (Eric), Hui Siu Hung (Hoi) y Lam Suet (Yip).

Artículo escrito para la columna Función Continuada en marzo de 2009

Crítica de cine: En la cama

Haciendo catarsis, desnudos, con un desconocido

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Lo que más llama la atención de En la cama es su sorprendente economía.
La película está ambientada en su totalidad en una suite de hotel, y aparenta en un inicio ser absolutamente de índole erótico-sexual. Sin embargo, pese a que los actores se pasan desnudos desde el inicio hasta el final, el eje de la narración es otro.

La historia es sencilla, y la estructura absolutamente lineal. Arranca con una toma desenfocada del impetuoso encuentro sexual de los protagonistas. Se acaban de conocer, y no recuerdan (o no saben) el nombre del otro. Este elemento les sirve de pretexto para iniciar una animosa conversación, que a su vez les permitirá conocerse hasta niveles no imaginados.

Lo más interesante del film son los diálogos. El uno al otro se cuentan vivencias y sentimientos demasiado personales como para hablarlos con un amigo, con la negligencia de quien se sabe seguro de no perder nada al hacerlo. Ello hará que, en una sola noche, e interrumpidos por sus breves cópulas, se adentren en el alma del otro de manera extraordinaria. Encontramos entonces a dos seres atormentados por sus problemas personales, sus desamores, su soledad.

Pero no es sólo un personaje que toma de improvisado sicólogo a su compañero de alcoba. En realidad tanto Bruno (Gonzalo Valenzuela), quien está pronto a partir a Bélgica para un posgrado, como Daniela (Blanca Lewin), quien sufre a causa de su irascible novio, necesitan desesperadamente de alguien que los escuche, que les haga sentir paliada su soledad. De ese modo, un mero encuentro sexual de una sola noche se convierte en una búsqueda interior. El acompañante es casi siempre implacable con el otro, y le muestra aún más el agujero en que se encuentra. A su vez, la superficial relación evoluciona hasta la profunda necesidad del uno por el otro.

En la extensión de personajes, nos parece mucho más interesante la de Daniela, acaso por su mejor interpretación, sin desmerecer, claro, la de Bruno. Bize se ha cuidado de hacer una meticulosa dirección de actores y, aunque por momentos se le van de las manos, en casi todo momento se ven verosímiles.
En cuanto a la fotografía, se ha privilegiado los tonos purpúreos, de violencia previsible, que acentúa el erotismo, tamizados por el verde de la cama. Se juega poco con los claroscuros. En cambio, el cuarto completamente cerrado, da un ambiente claustrofóbico, y da como única vía de escape a los personajes de la presencia del otro a la puerta blanca del baño: un ambiente mucho más pequeño aún.

La tensión de la pareja sube y baja de manera trepidante, pudiéndoseles ver ir de su unión carnal a una acalorada disputa. Afortunadamente, no pierde su ritmo, y el espectador se siente cuasiatrapado mientras dura la proyección.Volvemos entonces al inicio. Sorprende ver de vez en cuando que, con tan pocos recursos materiales y presupuestales, se hagan filmes tan cautivantes como En la cama. No hay que perderla.

En la cama (Chile, 2005)
Director: Matías Bize
Guión: Julio Rojas
Fotografía: Gabriel Días, Cristian Castro
Protagonistas: Blanca Lewin (Daniela), Gonzalo Valenzuela (Bruno)
Duración: 81 minutos

Artículo escrito para la columna Función Continuada en marzo de 2009