Crítica de cine: Terminator Salvation

Estado de guerra tras el juicio final

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Una tarde el director James Cameron salió de casa “a almorzar y pelearse con Conan”, es decir con Arnold Schwarzenegger, cuyo talento valoraba muy poco. Por entonces andaba en busca de alguien que encarnara a un robot humanoide exterminador de seres humanos para su nuevo filme de acción. El rudo actor le resultó un tipo simpatiquísimo e inteligente, y no dudó en contratarlo. La película fue un éxito y permitió disponer de la astronómica suma de 120 millones de dólares para rodar una segunda parte, que fue aún más espectacular que la primera y se convirtió —pese a ser evidentemente comercial— en un clásico del cine de ciencia ficción.

La premisa de todos los Terminator es la guerra librada en el futuro entre humanos y máquinas por la supremacía. Ambos bandos son conscientes de la importancia de John Connor, el líder de la resistencia, así que, viajando a través del tiempo, se entabla una desesperada lucha en el presente: las máquinas buscan matar a la madre de éste antes que nazca, primero, y a él mismo cuando ya es un adolescente, después, y los humanos protegerlo, con pocas probabilidades de éxito, enviando en una y otra ocasión a un soldado humano y a un exterminador reprogramado.

No obstante que la tercera parte resulta forzada, poco creíble y hasta insoportable, no podemos decir lo mismo de la última entrega. Terminator Salvation tiene un guión mucho más sólido, que se basa sobre todo en la historia de las dos primeras partes. Nos encontramos en el futuro, se vive en estado de guerra y John Connor (Christian Bale) va consolidando su importancia camino a la jerarquía vaticinada. Por su parte, Sky Net ha emprendido una acción de exterminio a objetivos puntuales, uno de ellos el padre de John —lo que evitaría su existencia, como en las dos primeras películas—. Por otro lado, se introduce un personaje inquietante, Marcus Wright (Sam Worthington), un intrépido guerrero que aparece de pronto sin que se conozca, aunque sí se sospeche, su naturaleza.

Terminator Salvation ofrece un potente ritmo narrativo. Las escenas de acción se suceden permanentemente, si bien de modo exagerado, y en las pocas pausas podemos apreciar la buena construcción de algunos personajes y exactamente lo contrario de otros: la esposa de Connor (Bryce Dallas Howard), por ejemplo. Pese a que la película tenía detalles que estaban por demás, pero que eran llevaderos, empieza a derrumbarse desde el encuentro entre Marcus y Connor. Entonces el guión se llena de agujeros y graves fallas, el accionar de los personajes se hace imposible de creer y, por eso, la historia pierde eficacia y termina fracasando.

Creemos que el filme habría sido más efectivo si, además de tomarse la libertad de repetir escenas y diálogos de las dos primeras partes, se hubiese respetado su verosimilitud y realismo, porque también la ciencia ficción necesita convencer a sus espectadores.

TERMINATOR SALVATION
Director: MCG (Joseph McGinty Nichol)
Duración: 116 Minutos
País: Estados Unidos, 2009
Idioma: inglés con subtítulos en español

Publicado en Correo de Huancayo, el sábado 13 de junio de 2009

Crítica de cine: En la ciudad de Sylvia

La búsqueda infinita

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

En esta historia existen él y ella. Él (Xavier Lafitte) es un enigmático joven que observa y dibuja en un bloc a todas las mujeres que tiene cerca mientras busca a Sylvia, alguien a quien aparentemente conoció seis años atrás en un bar. El bloc, entonces, se convierte en un diario que registra la busca y la posible elección. Ella, en cambio, no es una, es muchas, porque su representación es más que la mera Sylvia a quien él quiere encontrar. En ese sentido, todas las mujeres se convierten en una hipotética y fugaz Sylvia, diferente la una de las otras, y cuya permanencia depende de la voluntad del observador.

En la ciudad de Sylvia es una sucesión de planos que privilegian, además de la búsqueda imposible, la amplia ciudad francesa que sirve de contexto. Con un estupendo manejo del sonido y la fotografía y unas tomas lentas y efectivas, la película nos convierte en testigos acompañantes de él, el observador.

La historia no se limita únicamente a lo que ocurre con este personaje, sino que también enmarca los sucesos con pequeños hechos, más bien atisbos, sobre cientos de personajes, los extras, que viven e interactúan en una ciudad de ensueños, supeditados todos al inestable punto de vista de él.

En la ciudad de Sylvia es una película de autor muy exigente con el espectador. Deja muchos puntos oscuros mientras nos limitamos a observar la ciudad y a él en una fascinante búsqueda sin posible fin.

EN LA CIUDAD DE SYLVIA
Dirección y guión: José Luis Guerin
Países: España y Francia, 2007
Duración: 84 minutos
Idioma: Francés con subtítulos en español

Artículo escrito para la columna Función Continuada en junio de 2009

Crítica de cine: El premio

La fortuna y la derrota

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

La carrera cinematográfica de Alberto Durant es bastante conocida y breve, con filmes como Ojos de perro, Malabrigo, Alias La Gringa, Coraje y Doble juego, todas con una eficaz cobertura publicitaria, aunque con mayor éxito comercial que de crítica.

Una de las cosas que más destacan en El premio, su última película, es que muestra de modo cínico, frío, casi infalible, la cara fea de Lima y de las personas que la pueblan. La historia transcurre entre Lima y Pariamarca, un poblado de la sierra donde Antonio (impecable José Luis Ruiz), un maestro rural, vive y labora, ganando poco y mal, con Avelina (Mayella Lloclla), su hija. Por otro lado, ha enviado años atrás a Lima a su hijo Alex (Emanuel Soriano), pero apenas lo ve y ayuda, por lo que éste vive resentido con él.

A lo largo del filme desfilan diversos personajes —casi todos pintorescos y algunos no tan creíbles ni necesarios— que configuran la historia hacia la serie de infortunios que el premio de la lotería desencadenará. Padre e hijo tienen una actitud estoica y resignada ante las vicisitudes que se les presentan, aceptándolas según llegan: el primero ya cansado, intentando convertir al premio en una segunda oportunidad, el segundo todavía con bríos para hacer frente a la adversidad, pero cegado por su amor por Lizbeth (Melania Urbina).

Hay una serie de situaciones que lindan con lo sórdido y lo deshonesto, y son más patéticas que risibles —por ejemplo la relación incestuosa e infiel entre Alex y Lizbeth, la tartamudez de Freddy (Paul Ramirez), su esposo bravucón y corrompido, la anécdota de la prenda interior y el sortilegio selvático, y en especial esa sensación de que todos buscan sacar provecho de los demás: préstamos y donaciones casi obligadas, engaños, sobornos y fraudes— que van bien con unos personajes derrotados ya habituados a serlo.

Aunque la intención del director fue dejar un final abierto, da la impresión de que la historia no logra cerrarse sobre sí misma en una unidad sólida y consistente. Asimismo, hay personajes que se ven forzados y teatrales, y cuya presencia complementa vagamente a la narración. La película como un todo, empero, es entretenida y posee el mérito, además de ser lo mejor que dirigió Durant, de ser bastante sugestiva.

EL PREMIO
Director: Alberto “Chicho” Durant
País: Perú, 2009
Duración: 92 minutos

Publicado en Correo de Huancayo, el 30 de mayo de 2009

Crítica de cine: Gran Torino

El viejo pistolero se retira

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

CLINT EASTWOOD stars as Walt Kowalski

En la primera mitad de los sesenta, el director italiano Sergio Leone iba preparando un Western de producción europea. La historia sería una adaptación de la película Jojimbo, de Akira Kurosawa, pero sustituyendo a los samuráis por pistoleros. Por entonces Clint Eastwood era un actor de poco éxito que participaba en una serie de televisión. Fue su primer protagónico y, además, el inicio de una admirable carrera, que lo convertiría en uno de los actores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, y en uno de los más emblemáticos del Western —antes dominado por Gary Cooper, Henry Fonda, James Stewart y el ya otoñal John Wayne—. El filme fue Por un puñado de dólares, y tuvo otras dos secuelas: Por unos dólares más y la impresionante El bueno, el malo y el feo, cierre de la trilogía. Don Siegel también lo dirigió en Dos mulas para la hermana Sara —otro western—, Escape de Alcatraz y la primera parte de Harry el sucio. La experiencia de trabajar con estos dos directores fue clave para él, y marcó su estilo cinematográfico.
Su debut como realizador fue en 1971 con el thriller Temblor en la oscuridad, de más éxito artístico que comercial. Las mejores filmes de su larga producción son los Westerns El fugitivo Josey Walles y Los imperdonables, los policiales Crimen verdadero y Deuda de sangre, y los dramas Río Místico y Golpes del destino, además del díptico Banderas de nuestros padres y Cartas de Iwo Jima. Ello sin contar un buen puñado de películas menores y otras más donde participó como actor.

Hay muchas similitudes entre Gran Torino, la última película de Clint Eastwood y El último pistolero (1978), de Don Siegel. Ambos son filmes de despedida de la actuación de una gran estrella, en el primer caso de Eastwood —lo anunció él mismo— y en el otro de John Wayne, quien es, posiblemente, la mayor estrella del Western americano. La influencia de esta película en Gran Torino es clara, no solo por lo señalado líneas arriba, sino por la serie de similitudes que saltan a la vista desde el inicio —personajes equivalentes (el muchacho Hmong con el hijo de la casera: ambos toman como mentor a J. B. Books y a Walt Kowalski respectivamente, y se establece una relación de padre-hijo entre ambos), los dos protagonistas tienen una enfermedad terminal, entre otras—, aunque en el fondo son filmes completamente diferentes.

La historia de Gran Torino gira en torno al cruce y choque de civilizaciones —aparecen latinos, afros, asiáticos, italianos, irlandeses— que van siendo absorbidas por la cultura norteamericana. Walt Kowalski continúa luchando y se mantiene tercamente en su casa, viendo tomado su vecindario y el país que él mismo ayudó a edificar por los extranjeros inmigrantes a quienes desprecia (pese a ser él mismo de ascendencia polaca). Aunque pasa todo el tiempo refunfuñando, es en el fondo amable, con un alto sentido de la justicia y el deber: un héroe como los muchos que interpretó el propio Eastwood.

La historia es contada con una cadencia que coge tópicos de la comedia, el drama y el cine de acción, y no salta entre sí de manera brusca, sino de modo acompasado. Se retrasa el conocimiento de algunos de sus detalles, como aquel suceso del pasado de Walt que lo atormenta y que el padre Janovich (Christopher Carley) busca descubrir a través de la confesión a lo largo de todo el filme. Por supuesto, la comunidad Hmong juega un papel clave, al configurar el desarrollo del personaje y de la narración. Los dos jóvenes, Thao (Bee Vang), quien se convierte en su mejor amigo y Sue (Ahney Her) —exquisita interpretación—, son el vínculo entre Walt y la comunidad Hmong.

Además de su indiscutible calidad, Gran Torino es una película entretenida y de sumo interés, que se constituye como uno de los mejores estrenos del año.

GRAN TORINO
Director:: Clint Eastwood
Duración: 116 Minutos
País: Estados Unidos, 2008
Idioma: Inglés con subtítulos en español

Artículo escrito para la columna Función Continuada en mayo de 2009

Crítica de cine: Gus Van Sant

El ojo crítico e impasible de los márgenes de la humanidad

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Gus Van Sant aborda sus películas de una manera poco convencional, tanto por el lado de las historias —adolescentes o adultos jóvenes deprimidos, atormentados y adictos con escaso poder de decisión sobre sus propias vidas—, como por la presentación narrativa: con estructuras complejas a través de audaces saltos temporales y multitud de puntos de vista.
Su primera película, Drugstore Cowboy, estrenada en 1989, tiene como tema central la adicción, pero también la autodestrucción del protagonista, y todo ello sin convertirse en una parábola moral. Mi propio Idaho privado continúa esa exploración, pero con un mayor alcance y nivel artístico, constituyéndose como su primera gran película —es, además, una adaptación libre basada en el personaje Falstaff, de Shakespeare—. A partir de entonces su obra decae ligeramente: de ese periodo son Ellas también se deprimen, Todo por un sueño, el éxito comercial El indomable Will Hunting y toca fondo con el remake de Psicosis, película que, pese a ser idéntica en la historia, guión, diálogos y hasta en los planos a la de Hitchcock, pierde en la comparación por amplísimo margen.
Descubriendo a Forrester y Gerry supusieron una honorable recuperación de su filmografía, pero fue con Elefante que logró su segunda gran película. Basada en hechos reales, entrecruza las vivencias cotidianas de los estudiantes del instituto Columbine poco antes y durante la tristemente célebre matanza a manos de dos de sus compañeros. La complejidad y eficacia de la estructura, además del alto nivel del filme, le valieron la Palma de Oro en Cannes. Last Days continúa por la misma senda, con una organización narrativa que entremezcla tiempo, espacio y puntos de vista. El propio Van Sant negó que se tratara de los últimos días de vida de Kurt Cobain, líder de la banda Nirvana, aunque ello suena a patraña. También participó, en 2005 y 2007, en un par de proyectos grupales que reúnen cortometrajes de varios distinguidos directores, París, yo te amo y Chacun Son Cinema.
Sus dos últimos trabajos son bastante disímiles: Paranoid Park tiene el mismo tono que Elefante y Last Days, aunque con una presentación estructural algo más sencilla; Milk, en cambio, se alinea a los filmes comerciales y usa sus códigos y formas, pero con la marca indeleble del gran director. Debemos señalar que Gus Van Sant es uno de los realizadores activos más importantes de la cinematografía mundial, que continúa aportando nuevas formas de hacer cine. Más bien, de hacer gran cine.

Publicado en Correo de Huancayo, el 16 de mayo de 2009

Crítica de cine: Entrevista a Daniel Nuñez, actor de ‘La teta asustada’

“Huancayo es muy rico para crear historias que se puedan mostrar a través del cine”

Entrevista: Juan Carlos Suárez Revollar
Foto: José Soriano Marín

El actor y director huancaíno Daniel Nuñez ha participado en la cinta La teta asustada, donde tiene un importante rol. Otras películas en las que también ha actuado son Así eres tú, Flor de retama, Sangre y tradición y El Tunche. En la siguiente entrevista hace algunas reflexiones acerca de su último trabajo y sobre el oficio de hacer cine.

¿Qué nos puedes decir de la historia de La teta asustada?
Toda película es una ficción, y debemos tomarla por ese lado. La teta asustada rescata cosas que han ocurrido en la época del terrorismo, más exactamente se refiere a un síndrome provocado por la violación de que eran víctimas las mujeres gestantes y que se transmitía a sus hijos. Fausta es la muestra de ello, y vive enferma porque tiene ese trauma sicológico.

¿Es oportuna la aparición de un filme con esa temática?
Sí. Este tema nunca se había tocado, es más, ni se sabía de su existencia. Y Claudia Llosa lo profundiza. Creo que ahora es un buen momento para centrarnos en lo que ocurrió en el pasado y mostrarlo.

¿Hay discriminación en la historia?
No la hay. A Madeinusa se le ha criticado en el Perú porque se cree que genera una imagen distorsionada de los peruanos. Pero La teta asustada más bien rescata el quechua y la música. En Europa, por ejemplo, los espectadores han aplaudido mucho a ambas películas porque nunca se ha visto esta clase de trabajo.

¿Y qué opinas de La teta asustada como espectador?
La película ha sido muy bien trabajada, y se nota el profesionalismo, pese a haber empleado a actores no profesionales. Es más, con ello se logra más naturalidad en la interpretación. Hay una buena técnica y un excelente guión. Es una película muy visual, aunque no ocurra nada. Sólo por la música de fondo ya puedes entender el mensaje.

¿Qué perspectivas abre este filme para el cine local y nacional?
El premio obtenido por La teta asustada ha abierto muchas puertas. Por ejemplo Conacine ha duplicado su presupuesto para los cineastas. Los realizadores nacionales y locales estamos ahora con las pilas para poder sacar nuevos productos. Y el mercado internacional ahora está interesado en ver más películas peruanas. Huancayo es muy rico culturalmente para crear buenas historias que se puedan mostrar a través del cine. Además, acá hay gente talentosa que está produciendo, y produciendo bien.

 

Publicado en Correo de Huancayo, el 2 de mayo de 2009

Crítica de cine: La teta asustada

La herencia del dolor y el miedo que no cesa

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

El primer largo dirigido por Claudia Llosa es Madeinusa (2006), un fresco antropológico a manera de tesis: ensaya un supuesto y fuerza a la historia y a los personajes para alcanzar el desenlace. Es una película sobresaliente y distante del estilo cinematográfico predominante en el Perú. Aunque tiene altibajos, llamó la atención de la crítica y originó no pocas controversias por su temática.

La experiencia de este primer rodaje permitió a Llosa un excelente manejo del discurso audiovisual, reflejado en La teta asustada. Fausta (Magali Solier) padece de un síndrome que altera gravemente su comportamiento a causa de la violación sufrida por su madre cuando aún la llevaba en el vientre, y que se ha transmitido por la leche materna, creando un vínculo que las une a ambas de por vida. Esa conducta linda con la locura y toma la forma de un miedo constante, paranoico y presumiblemente injustificado que la hace creer que en cualquier momento también ella será violada. Se genera, así, un drama personal muy íntimo, frustrándose cualquier posible relación con un hombre y produciendo un estado de soledad e incomprensión acentuado por la intolerancia ajena.

La historia del filme es simple y su estructura carece de saltos temporales. La puesta en escena no es complicada y los planos son casi estáticos. ¿Qué es entonces lo que hace de La teta asustada un filme tan peculiar y de primera línea? Precisamente esa aparente sencillez. La violencia es omnipresente a través del temor de Fausta y del pasado que los mayores se empeñan en no querer recordar, pese a que apenas hay escenas violentas y la acción ha sido atenuada en lo posible. Las tomas son largas y lentas, pero están llenas de poesía, belleza y en especial de significación. He ahí uno de sus mayores méritos. Hay muchos símbolos que enriquecen la historia y la amplían de forma ambigua y fascinante, encerrando multitud de interpretaciones. ¿La propia papa que Fausta lleva en la vagina no es un símbolo, acaso, del miedo a la violación, y no es esperanzador su florecimiento? Y los matrimonios, los cantos para paliar el miedo, el contraste de las dos capas sociales de la ciudad, los gustos ridículos de unos con los refinados de otros, las perlas o la muñeca enterrada de la pianista y la quietud del desierto que Fausta atraviesa con su madre a cuestas, ¿no son también más símbolos?

Es claro que nos encontramos ante una película superficialmente sencilla, con un fondo significante y alegórico altamente complejo. Por cierto, aparece en un momento pertinente para el balance de la violencia política que se vivió en nuestro país, en un ajuste de cuentas con el pasado por medio de una historia de indiscutible calidad artística.

LA TETA ASUSTADA
Directora: Claudia Llosa
Países: Perú, España, 2009
Idiomas: español y quechua
Duración: 97 minutos

Publicado en Correo de Huancayo, el 2 de mayo de 2009

Crítica de cine: Quisiera ser millonario

Dramas y desamores en el show de la vida

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Danny Boyle, uno de los más notables directores británicos de la actualidad, estrenó en 1996 Trainspotting, una ágil realización sobre un grupo de adolescentes cocainómanos que viven al margen de la ley. Entre lo mejor que dirigió se cuentan, además, 28 días después, acerca de un ataque de muertos vivientes, Millones, de dos niños que encuentran dinero robado a un banco y Alerta solar, referente a un posible fin de la actividad del Sol.

Quisiera ser millonario, su último trabajo, está contado usando una organización temporal de tres niveles: en el primero (presente) Jamal, un joven que apenas sabe leer, es interrogado porque se sospecha que ha hecho trampa para llegar al final de un concurso de conocimientos; en el siguiente (pasado inmediato) está el propio concurso, donde la resolución de cada pregunta nos remite al pasado mediato —el más rico—, correspondiente a la etapa de niñez y adolescencia de Jamal, su hermano Said y Latika, la muchacha de quien vive enamorado. Con un contexto sórdido de los bajos fondos de la India, somos testigos del desapacible crecimiento de estos niños como pequeños granujas que (sobre)viven entre rufianes y gángsters.
No se podría tachar al filme de ilusorio y poco creíble —pese a las coincidencias imposibles, golpes de suerte extraordinarios o actos inesperados de buena o mala fe— porque se hace una evocación del estilo cinematográfico indio, que tiene a todos estos supuestos como característica.

La historia es intensa, muy cercana al dramón, pero está abordada con optimismo y algo de ingenuidad. Boyle echa mano del suspenso y de mucha acción, consiguiendo así un ritmo trepidante realmente efectivo para captar y mantener la atención del espectador.

Si se pasa por alto la lógica realista indispensable para cualquier relato verosímil, obtendremos una película bien contada, cuyos elementos narrativos y situacionales se disponen hábilmente, y los personajes, si bien son poco coherentes, resultan atractivos. Cabe señalar que quien no vea Quisiera ser millonario desde esa óptica quedará defraudado.

QUISIERA SER MILLONARIO
Director: Danny Boyle
Título original: Slumdog Millionaire
Países: Inglaterra, Estados Unidos, 2008
Idioma: inglés con subtítulos en español
Duración: 116 minutos

Publicado en Correo de Huancayo, el 18 de abril de 2009

Crítica de cine: El niño con el pijama de rayas

Entre juegos y fantasías, el horror

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

El niño con el pijama de rayas es la versión fílmica del bestseller infantil del mismo título, para cuya adaptación participó el propio John Boyne, autor del libro. El director es el británico Mark Herman, cuya obra —tiene más de veinte años dirigiendo— se ve por primera vez en nuestro país, y de la que destacan Tocando al viento y Pequeña voz, de 1996 y 1998 respectivamente.

La mayor parte de la historia está contada a través de los ojos de Bruno, un niño alemán de ocho años, hijo del oficial nazi encargado de la administración de un campo de concentración (sin dudas, Auschwitz). Su candor e inocencia ofrecen un peculiar punto de vista, y el espectador percibe los hechos con la misma progresión que el niño los descubre y entiende, pero filtrados por su particular sensibilidad.

En la película saltan a la vista los contrastes: dos mujeres, la madre y la abuela de Bruno, con una opinión opuesta al régimen, a diferencia del padre y el abuelo; dos niños de ocho años, el alemán y el judío, separados por la alambrada del campo de concentración, que a su vez determina las vidas completamente opuestas que llevan; y, por cierto, la verdad real con la verdad simulada.

El niño con el pijama de rayas ofrece una original visión del Holocausto, esta vez desde el lado alemán y con una perspectiva infantil de quien no comprende todavía del todo. Asimismo, a diferencia de la mayoría de filmes que abordan este periodo histórico, aquí los alemanes no son sólo una masa de individuos fanatizados e idénticos entre sí con el solo objetivo de martirizar y exterminar judíos, sino que están dotados de personalidad —unos más que otros—, aunque evidentemente en esto faltó un mejor trabajo. Del mismo modo, por momentos el ritmo se torna pesado, en especial por la carga ideológica de rigor en las historias con este tema, por la acentuación innecesaria de elementos dramáticos —como la excesiva musicalidad en algunas secuencias, la última, por ejemplo—, y hasta por la flagrante trivialización de los hechos, que convierten al resultado conjunto en manipulador y poco fiable.

En contraparte, la película se disfruta como lo que es: una obra de ficción emotiva diseñada para agradar y enternecer.

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
Director: Mark Herman
Países: Gran Bretaña, Estados Unidos, 2008
Idioma: Inglés con subtítulos en español
Duración: 94 minutos

Publicado en Correo de Huancayo, el 11 de abril de 2009

Crítica de cine: Derecho de familia

Un clan de abogados, en palabras del más joven

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Los Perelman son una familia repleta de abogados. Ariel (Daniel Hendler) es quien cuenta la historia, de costumbres, por cierto. Su voz en off expone la rutina de su padre, el abogado Bernardo Perelman (Arturo Goetz), en su recorrido diario por las oficinas del Juzgado. Sus tíos también están en el negocio, pero especializados en otras áreas, un tanto más sórdidas. Describe asimismo sus propios hábitos de trabajo para la corte judicial como Defensor de Ausentes, alternada con las apasionadas clases de abogacía que dicta en una universidad.

Impartiendo esas clases conoce a Sandra (Julieta Díaz), alumna suya con quien sabe que se casará, y, además la única de sus estudiantes a quien presta especial atención. Ella es profesora de método Pilates, y por un lío de derechos de patente es impedida de trabajar. Mientras Ariel (ayudado por su padre) se encarga de su defensa aprovecha para conquistarla. A partir de este momento Perelman padre tomará el verdadero nivel de protagonista que tiene a lo largo del filme.

La historia da entonces un salto y nos encontramos con la joven familia Perelman, que ya cría a un pequeño de dos años, Gastón (Eloy Burman), quien es el motor del vínculo matrimonial, y causante de algunas de sus apacibles discusiones, como qué tan suizo es el colegio suizo del niño.
El acontecimiento que marca esta segunda parte de la cinta es el cierre intempestivo del edificio en que Ariel trabaja por reparaciones. Eso le dará tiempo libre para cultivar mejor su relación con su hijo y también con su padre. La presencia de éste, después de su larga aparición inicial, se va acrecentando de a poquitos. Claros ejemplos son la secuencia en que Ariel olvida su cumpleaños, que evoluciona hasta aquel lunes en que le seguirá en todo su itinerario abogadesco por el Juzgado, cosa que les permitirá conectar su lazo paternal-filial.

Nada extraordinario ocurre en el filme, salvo aquello que afecta directamente a los personajes, y que son circunstancias demasiado habituales como para prestarles atención, salvo cuando se es el directo protagonista. Perelman padre está empeñado en hacer que su hijo trabaje con él, y así siga con la senda por él trazada. Pero Perelman hijo rehúsa hasta el final. Hallamos varios detalles que plantean concomitancias. El centro de la narración es la figura paterna: Perelman padre y Perelman hijo; Perelman hijo y Perelman nieto. En todo momento se acentúan los parecidos entre estas tres generaciones. He ahí la clave de la película.

En el aspecto técnico es de destacar el uso de planos sencillos, muy urbanos y clase medieros. Al mismo tiempo, se resalta la cotidianeidad de la trama, donde nunca ocurre nada. Por momentos da la impresión de que se abusa de la voz en off, pero es a través de ésta que Perelman hijo nos narra los hechos, y la que marca el ritmo del filme.

La película no es perfecta. Por ejemplo, desde el develamiento abrupto del secreto de Perelman padre, la acción se desacelera, y en su conjunto el filme pierde interés. Afortunadamente el director Daniel Burman no se extiende demasiado, lo que salva su obra. Pese a sus fallos, poco importantes, sea dicho de paso, Derecho de familia es uno de aquellas cintas que no hay que perder bajo ninguna circunstancia.

DERECHO DE FAMILIA (Argentina, España, 2005)

Director: Daniel Burman
Fotografía: Ramiro Civita
Guión: Daniel Burman
Protagonistas: Daniel Hendler (Ariel Perelman), Arturo Goez (Bernardo Perelman), Julieta Díaz (Sandra), Adriana Aizemberg (Norita), Eloy Burman (Gastón Perelman)
Duración: 96 minutos

Artículo escrito para la columna Función Continuada en marzo de 2009