Soñando sueños
Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Christopher Nolan (Londres, 1971) ha tenido una carrera de ascenso sostenido, y se ha convertido en la actualidad en un director cuya obra, además de poseer alta calidad artística, tiene mucho éxito. Su primer Filme es Following (1998), pero le fue bastante mejor con Memento (2000) e Insomnia (2002), lo más personal que ha dirigido. A partir de entonces pudo asumir proyectos de mayor presupuesto: resultado de ello son el díptico Batman inicia (2005) y El caballero de la noche (2008) —que son versiones de Batman completamente diferentes a las dirigidas en los noventa por Tim Burton, y además, técnica y narrativamente, superiores—, y entre ambos, El gran truco (2006). Estos últimos, pese a tener los cánones propios del cine comercial estadounidense, se constituyen en muy buenos filmes, con un estilo particular ya característico de Nolan.
Su nueva entrega, Inception (2010) es un filme de acción cuya premisa, dentro de la ciencia ficción, aborda el robo de información por parte de espías que se infiltran en los sueños de sus víctimas haciéndoles creer que están en la realidad, y por eso mismo, aunque casi la totalidad de la narración transcurre entre sueños (que pueden estar insertos en otros), ni la estética ni la historia son oníricos ni cogen elementos del surrealismo: todo es simple realidad, y en ocasiones cruda realidad.
El planteamiento es fascinante, al dotar de un mundo exclusivo a cada personaje, que supedita a los otros en su accionar, y todo ello es contenido por la condición de sueños cada vez más extensos (en una dimensión cronológica mayor) según formen parte de otros, que terminan fusionando lo real e irreal.
La creación arquitectónica como principio de Inception.
Pese a su ritmo dinámico, llega a estancarse por momentos (durante la batalla en la nieve está lo más tedioso), y ahí surge el principal defecto: su excesiva duración (pues la acción ininterrumpida puede también agotar al espectador), que hace patente las fallas al momento de soldar cada nivel de la historia en una sola unidad.
Se mantiene bien el hilo conductor, que descansa en Cobb (Leonardo DiCaprio), enriquecido por sus conflictos a causa de su pasado, y el dato escondido que se revela de a pocos; aunque no todos los demás personajes alcanzan esa complejidad, y algunos se paralizan y hasta se convierten en meros rellenos.
Inception no es lo mejor que ha dirigido Christopher Nolan, pero creemos que tiene el suficiente interés como para evitar perdérselo.
EL ORIGEN (Inception)
Director: Christopher Nolan
Título original: Inception
Idioma: inglés con subtítulos en español
Duración: 148 min
País y año: Estados Unidos, 2010
Publicado en el diario Correo de Huancayo, el 7 de agosto de 2010.


Sería difícil hablar de la filmografía de Ridley Scott sin mencionar su brillante inicio, con ‘Los duelistas’ (1977), que bien puede catalogarse como una de las obras maestras de la cinematografía mundial. Entre lo más destacado de su obra —y desafortunadamente de una calidad artística mucho, muchísimo menor— se encuentran ‘Alien’ (1979) y ‘Blade Runner’ (1982), verdaderos éxitos de taquilla, así como ‘Thelma & Louise’ (1991) y ‘Gladiador’ (2000). Esta última obtuvo el Oscar a mejor película, y engrosa su grupo de filmes épicos, como ‘Cruzada’ y ‘1492, la conquista del Paraíso’, al que se añade ahora ‘Robin Hood’.
La columna vertebral en The Imaginarium of Doctor Parnassus son las muchas apuestas que hace Parnassus (Christopher Plummer) con Mr. Nick —o el demonio— (Tom Waits) y, a su vez, la “creación de la historia como tal”, y al mismo tiempo, de la ficción a través de la imaginación.
Mucho se ha escrito y filmado sobre temas bíblicos. Empero, acá me tomaré la libertad de ocuparme de sólo tres películas seleccionadas en base a mis preferencias de espectador.
Martin Scorsese (Nueva York, 1942) es uno de los más renombrados realizadores de su generación. Desde sus primeros trabajos —de Taxi Driver y Toro salvaje a Buenos muchachos y Pandillas de Nueva York— destaca el marcado culto a la violencia, que se retrata con frialdad y hasta sordidez, a la vez que con intensidad e intrepidez.
Invictus se inicia con el acceso de Nelson Mandela (Morgan Freeman) —una de las figuras más emblemáticas de la lucha por los derechos humanos en la segunda mitad del siglo XX— a la presidencia de Sudáfrica. Además de todo el desastre que debe componer (de décadas enteras de un gobierno cruel e inhumano, además del reciente Apartheid), intenta algo poco menos que imposible: la reconciliación entre la mayoría negra, ahora en el poder, y la minoría blanca, otrora gobernante. El filme no está enfocado propiamente en los esfuerzos del nuevo gobierno por alcanzar este objetivo, sino en algo de mucha menor importancia: la busca del triunfo del pésimo equipo sudafricano de rugby, como una vía para hermanar a los habitantes del país.
En la primera mitad de los sesenta, el director italiano Sergio Leone iba preparando un Western de producción europea. La historia sería una adaptación de la película Jojimbo, de Akira Kurosawa, pero sustituyendo a los samuráis por pistoleros. Por entonces Clint Eastwood era un actor de poco éxito que participaba en una serie de televisión. Fue su primer protagónico y, además, el inicio de una admirable carrera, que lo convertiría en uno de los actores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, y en uno de los más emblemáticos del Western —antes dominado por Gary Cooper, Henry Fonda, James Stewart y el ya otoñal John Wayne—. El filme fue Por un puñado de dólares, y tuvo otras dos secuelas: Por unos dólares más y la impresionante El bueno, el malo y el feo, cierre de la trilogía The Man With no Name.
Desde el rodaje de los primeros filmes, y a causa de sus limitadísimos recursos técnicos, los realizadores se veían obligados a adaptarse a lo que tenían. El paso del tiempo y el avance de la tecnología, así como la transformación del cine en un lucrativo espectáculo masivo —que derivó en los cada vez mayores hasta los astronómicos presupuestos de la actualidad—, han modificado tanto la producción cinematográfica que, hoy en día, es difícil pensar en una película que no haya tenido una gigantesca suma para su realización.