Crítica de cine: Inception

Soñando sueños

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Christopher Nolan (Londres, 1971) ha tenido una carrera de ascenso sostenido, y se ha convertido en la actualidad en un director cuya obra, además de poseer alta calidad artística, tiene mucho éxito. Su primer Filme es Following (1998), pero le fue bastante mejor con Memento (2000) e Insomnia (2002), lo más personal que ha dirigido. A partir de entonces pudo asumir proyectos de mayor presupuesto: resultado de ello son el díptico Batman inicia (2005) y El caballero de la noche (2008) —que son versiones de Batman completamente diferentes a las dirigidas en los noventa por Tim Burton, y además, técnica y narrativamente, superiores—, y entre ambos, El gran truco (2006). Estos últimos, pese a tener los cánones propios del cine comercial estadounidense, se constituyen en muy buenos filmes, con un estilo particular ya característico de Nolan.

Su nueva entrega, Inception (2010) es un filme de acción cuya premisa, dentro de la ciencia ficción, aborda el robo de información por parte de espías que se infiltran en los sueños de sus víctimas haciéndoles creer que están en la realidad, y por eso mismo, aunque casi la totalidad de la narración transcurre entre sueños (que pueden estar insertos en otros), ni la estética ni la historia son oníricos ni cogen elementos del surrealismo: todo es simple realidad, y en ocasiones cruda realidad.

El planteamiento es fascinante, al dotar de un mundo exclusivo a cada personaje, que supedita a los otros en su accionar, y todo ello es contenido por la condición de sueños cada vez más extensos (en una dimensión cronológica mayor) según formen parte de otros, que terminan fusionando lo real e irreal.
La creación arquitectónica como principio de Inception.

Pese a su ritmo dinámico, llega a estancarse por momentos (durante la batalla en la nieve está lo más tedioso), y ahí surge el principal defecto: su excesiva duración (pues la acción ininterrumpida puede también agotar al espectador), que hace patente las fallas al momento de soldar cada nivel de la historia en una sola unidad.

Se mantiene bien el hilo conductor, que descansa en Cobb (Leonardo DiCaprio), enriquecido por sus conflictos a causa de su pasado, y el dato escondido que se revela de a pocos; aunque no todos los demás personajes alcanzan esa complejidad, y algunos se paralizan y hasta se convierten en meros rellenos.

Inception no es lo mejor que ha dirigido Christopher Nolan, pero creemos que tiene el suficiente interés como para evitar perdérselo.

EL ORIGEN (Inception)
Director: Christopher Nolan
Título original: Inception
Idioma: inglés con subtítulos en español
Duración: 148 min
País y año: Estados Unidos, 2010

Publicado en el diario Correo de Huancayo, el 7 de agosto de 2010.

Crítica de cine: Toy Story 3

El largo viaje a casa

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Toy Story 3 es un filme que se supone de despedida. Los personajes, juguetes animados, si bien no están desgastados, han visto a su dueño crecer, y por ello, han pasado al desuso.

Bajo este supuesto, se plantea una historia audaz y divertida, tierna por momentos, donde incluso se aborda en clave de humor —más bien por su lado ridículo— un tema político de actualidad: las dictaduras.

El potente arranque del filme —con una aventura imaginaria, acaso la última vez que Andy juega con ellos—, contrasta con la segunda escena, donde los juguetes se encuentran a punto de pasar al olvido, y el hasta entonces niño, en el mismo umbral de la adultez, está a punto de partir a la universidad.
La crisis de existencia que surge en los personajes enriquece mucho a la historia. ¿Puede un juguete serlo si ya nadie juega con él? Pero también se destaca la correspondencia entre el niño y su juguete: el amor que éste puede sentir por aquél; y la necesidad del juguete de saberse amado.

La figura del totalitarimo se hace patente con Sunnyside, la guardería infantil adonde van a parar los juguetes. La primera impresión es de un mundo utópico, de felicidad absoluta para un juguete que, lo único que desea en la vida, es que un niño juegue con él. La realidad es todo lo opuesto (como lo son los totalitarismos): un mundo de opresión dominado por unos pocos, donde no hay libertades y se construyen falsas impresiones a partir de farsas cínicas.
Habitualmente se cree que una historia para niños debe ser sólo simple. Sin embargo, si además de ello contiene otros aspectos sin ir en desmedro de la narración ni caer en discursos ni intentar convencer con una tesis, rebasa al género y satisface perfectamente las expectativas de los espectadores más exigentes. Y Toy Story 3, así como algunos otros títulos producidos por Pixar (Monsters Inc., Los Increíbles, Wall-E y Up), son filmes absolutamente recomendables.

TOY STORY 3
Director: Lee Unkrich
País y año: Estados Unidos, 2010
Duración: 103 minutos
Idioma: Español

Publicado en el diario Correo de Huancayo, el 10 de julio de 2010

Crítica de cine: Robin Hood

La germinación del héroe

Juan Carlos Suárez Revollar

Sería difícil hablar de la filmografía de Ridley Scott sin mencionar su brillante inicio, con ‘Los duelistas’ (1977), que bien puede catalogarse como una de las obras maestras de la cinematografía mundial. Entre lo más destacado de su obra —y desafortunadamente de una calidad artística mucho, muchísimo menor— se encuentran ‘Alien’ (1979) y ‘Blade Runner’ (1982), verdaderos éxitos de taquilla, así como ‘Thelma & Louise’ (1991) y ‘Gladiador’ (2000). Esta última obtuvo el Oscar a mejor película, y engrosa su grupo de filmes épicos, como ‘Cruzada’ y ‘1492, la conquista del Paraíso’, al que se añade ahora ‘Robin Hood’.

La historia —a diferencia de las versiones antiguas, que se ciñen a las tradiciones orales y a las noveladas: desde Walter Scott hasta Alejandro Dumas— tiene variantes importantes. La principal es que esta vez no presenciamos las hazañas de Robin de los bosques, «quien roba a los ricos para dar a los pobres», ni su gran conspiración para devolver el trono a Ricardo Corazón de León (muerto acá) y derrocar al tirano Juan Sin Tierra —el hermano de éste—, que ha usurpado la corona; sino más bien se plantea los inicios, en una suerte de ‘precuela’ de la historia que ya conocemos: cuando Robin Hood se convierte en proscrito, enemigo del rey tirano, y clandestino y audaz justiciero.

Este Robin Hood acepta su suerte sin entusiasmo. Siempre está ensimismado, es incluso sombrío y apenas si sonríe, a diferencia de sus predecesores —imposible olvidar, por ejemplo, al interpretado por Errol Flynn—, quienes más que combatir o buscar desquites, se divierten mientras burlan al enemigo, y de paso divierten a mares al espectador.

Una característica de la estética de este filme es su cercanía a los cánones naturalistas (extremo realismo, y más aún, renuncia a ocultar o atenuar pasajes sórdidos o demasiado violentos). Pero otros aspectos menguan la credibilidad ganada con ello, como la poca solidez en la construcción de personajes. Hay estereotipos muy marcados: el malo habitual, Godfrey (Mark Strong), quien hace y deshace las cosas a su antojo, y nunca le salen mal; el personaje de Juan Sin Tierra (Óscar Isaac) tampoco se salva: es el reyezuelo incapaz, tirano, bravucón y cobarde (también está muy mal construido). Otro defecto son los tiempos muertos, que abundan y contribuyen poco con el desarrollo del filme.

Lo mejor de Robin Hood, por otra parte, es su original historia —pese a sus muchos defectos—, así como su aceptable conducción del tema épico, por el que su director parece tener predilección. Sin embargo, seguiremos añorando al Ridley Scott de Los duelistas, ese bellísimo filme en el que parece haber agotado su talento.

ROBIN HOOD
Director: Ridley Scott
Países y año: Estados Unidos, Inglaterra, 2009
Duración: 140 minutos
Idioma: inglés con subtítulos en español

Publicado en el diario Correo de Huancayo, el 31 de mayo de 2010

Crítica de cine: The Imaginarium of Doctor Parnassus

Circense y surrealista

Juan Carlos Suárez Revollar

La columna vertebral en The Imaginarium of Doctor Parnassus son las muchas apuestas que hace Parnassus (Christopher Plummer) con Mr. Nick —o el demonio— (Tom Waits) y, a su vez, la “creación de la historia como tal”, y al mismo tiempo, de la ficción a través de la imaginación.

El filme está lleno de teatralidad donde se entremezclan la probable realidad (jamás vislumbraremos una realidad verdadera, salvo algunos chispazos que terminan siendo sombras lejanas) con la realidad deseada, según el caudal imaginario de cada persona —y a veces víctima—, mediadas por la poderosa mente de Parnassus al interior del Imaginarium.

Los personajes no son dueños de su propio destino, pues están supeditados a la eventualidad de las circunstancias, y casi siempre, a la inevitable voluntad del demonio, quien parece ser el único que tiene el dominio absoluto —incluso cuando pierde es porque ¿deseaba perder?

Si bien hay varios mundos en la historia, destacan dos: uno donde transcurre la realidad aparente, en que se da la interacción de los personajes, los conflictos entre sí, además de su relación con el mundo cotidiano —la gente común—, y otro que empieza al trasponer el espejo, y que es controlado —al menos en parte— por Parnassus. Aunque hay marcadas diferencias entre ambos, están también emparentados estrechamente: mientras el primero tiene ribetes de pesadilla, el segundo empieza apacible y, con la adición de los miedos inherentes del agente que imagina, termina convirtiéndose en una pesadilla aún más aterradora.

La interpretación de Tony por distintos actores en las escenas del mundo imaginario —Heath Ledger murió a medio rodaje, así que se completaron las escenas restantes con Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell— ocasiona un cambio brusco. No obstante, lejos de provocar una dislocación, enriquece al personaje, y por lo tanto a la historia.

The Imaginarium of Doctor Parnassus (que podría definirse como una variación de la tragedia del doctor Fausto en sus distintas versiones, como acertadamente señala Federico de Cárdenas) coge aspectos del surrealismo, pero manteniendo la lógica propia del cine actual, que narrativamente es ordenado y casi siempre entendible, y en este caso el resultado es muy afortunado.

EL IMAGINARIO MUNDO DEL DOCTOR PARNASSUS
Director: Terry Gilliam
Título original: The Imaginarium of Doctor Parnassus
Países y año: Inglaterra, Francia y Canadá, 2009
Duración: 123 minutos
Idioma: inglés con subtítulos en español

Publicado en Función Continuada en abril de 2010

Crítica de cine: Jesucristo

Tres miradas a Jesucristo

Juan Carlos Suárez Revollar

Mucho se ha escrito y filmado sobre temas bíblicos. Empero, acá me tomaré la libertad de ocuparme de sólo tres películas seleccionadas en base a mis preferencias de espectador.

Ben-Hur de William Wyler es muy superior a las versiones mudas de 1907 y 1926. El tratamiento que se ha dado a la historia es más sólido, sin quitarle por ello calidad. Se han suprimido secuencias enteras que enriquecían a la novela de Lewis Wallace, y se ha modificado la sustancia de algunos personajes. La venganza de Ben-Hur contra su antiguo amigo y amante (esto último prácticamente se ha obviado en el filme) sigue siendo el motor de la historia, no obstante su concreción cambia completamente. La presencia de Jesucristo ha sido atenuada hasta el límite cuidando de no quitarle importancia, si bien en la novela es visto como un posible caudillo que llevará a los judíos a liberarse del yugo romano. De esa misma forma lo ve Judas en La última tentación de Cristo, pero se va desengañando al conocerlo mejor y encontrarle los defectos que más desprecia: es cobarde, inútil, traidor, mezquino, o sea, humano. Pese a su contenido polémico, la temática es fascinante. Qué mejor que un Jesucristo como personaje, bien desarrollado, profundo, cuyos conflictos interiores lo abruman y atormentan. Esta historia (un tanto floja en la versión fílmica de Scorsese, pero magistral en la novela de Kazantzakis) permite una lectura diferente, una nueva forma de ver a Jesucristo, sin desestimarlo sino ennobleciéndolo, pues ha aceptado el sacrificio para el que ha nacido con estoicismo, con más valentía que resignación, y rechaza lo que tanto habría deseado: ser un hombre común, capaz de sufrir, de amar, de envejecer, de morir, es decir, de vivir.

De una calidad bastante menor que otros filmes que no abordamos en este artículo, Barrabás es muy tradicional en la parte audiovisual, y se cuenta a partir de la gran novela de Pär Lagerkvist, sin igualarla, claro. A Barrabás le ha sido perdonada su vida en lugar de a Jesucristo. Aunque ello al inicio le es indiferente, se convierte poco después, y al conocer en su largo peregrinaje la naturaleza divina de Jesús —a través de su mirada fría, pragmática y escéptica de delincuente necio y patán— en un estigma que lo perseguirá de por vida. El filme, entonces, es la historia de su conversión a la fe, pero propia de su personalidad, a una fe extremista, fanática, que lo llevará a su condena final. Pero una condena, al fin, con visos de redención.

MÁS DATOS:
Ben-Hur, 1959
Director: William Wyler
Barrabás, 1962
Director: Richard Fleischer
La última tentación, 1988
Director: Martin Scorsese

Publicado en el diario Correo de Huancayo el sábado 3 de abril de 2010

Crítica de cine: La isla siniestra

Solo contra el mundo

Juan Carlos Suárez Revollar

Martin Scorsese (Nueva York, 1942) es uno de los más renombrados realizadores de su generación. Desde sus primeros trabajos —de Taxi Driver y Toro salvaje a Buenos muchachos y Pandillas de Nueva York— destaca el marcado culto a la violencia, que se retrata con frialdad y hasta sordidez, a la vez que con intensidad e intrepidez.

Su última cinta, La isla siniestra, es una historia llena de vueltas de tuerca, donde el detective Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) ha sido encomendado para encontrar a una paciente que ha huido del sanatorio mental para enfermos de alta peligrosidad, ubicado, precisamente, en la Isla Shutter, que da nombre al filme.

Aunque desde el inicio la historia se avizora, digamos, predecible, Scorsese demuestra su oficio, pues mantiene la tensión dramática ascendente y sostenible. Sin embargo, hay dos defectos sustanciales: el primero la excesiva duración (como en El aviador, y más aún, en Infiltrados), ya que podría haberse contado lo mismo en mucho menos tiempo evitando incluir hechos innecesarios (como una de las escenas finales, de la muerte de la esposa y los hijos, que ya se sobreentendía); y el segundo el afán de explicarlo todo, lo cual elimina toda posibilidad de ambigüedad que podría haber enriquecido mucho al filme.

Los flash back que Scorsese nos remite desde el subconsciente de Teddy —con un poderoso discurso antinazi—, empiezan con mucha lógica, y se van diluyendo, entremezclados con las alucinaciones y la probable realidad, según avanza la historia y la degradación mental de Teddy. Las tonalidades de la fotografía, aunadas con la cámara trepidante refuerzan el clima de encierro, ansiedad y demencia. Y el final que obliga al espectador a replantearse lo visto, más el buen ritmo narrativo, hacen de La isla siniestra una película interesante y entretenida.

LA ISLA SINIESTRA
Director: Martin Scorsese
Título original: Shutter Island
Duración: 138 minutos
País y año: Estados Unidos, 2009
Idioma: inglés con subtítulos en español

Publicado en el diario Correo de Huancayo, el 20 de marzo de 2010.

Crítica de cine: Invictus

El hombre que perseguía un sueño

Juan Carlos Suárez Revollar

Invictus se inicia con el acceso de Nelson Mandela (Morgan Freeman) —una de las figuras más emblemáticas de la lucha por los derechos humanos en la segunda mitad del siglo XX— a la presidencia de Sudáfrica. Además de todo el desastre que debe componer (de décadas enteras de un gobierno cruel e inhumano, además del reciente Apartheid), intenta algo poco menos que imposible: la reconciliación entre la mayoría negra, ahora en el poder, y la minoría blanca, otrora gobernante. El filme no está enfocado propiamente en los esfuerzos del nuevo gobierno por alcanzar este objetivo, sino en algo de mucha menor importancia: la busca del triunfo del pésimo equipo sudafricano de rugby, como una vía para hermanar a los habitantes del país.

Sin lograr los resultados de sus mejores películas, Clint Eastwood ha alcanzado en Invictus un gran nivel. La potente imagen de Mandela, por quien Eastwood no oculta su admiración, se nos muestra ascética y hasta mesiánica, lo cual le restaría credibilidad a no ser por la eficaz introducción de los problemas familiares que lo agobian, pues en el filme es un ser humano (extraordinario pero humano al fin). Se refuerza este retrato a través de las impresiones de los otros personajes: unos más pasionales (su jefe de seguridad o su secretaria) o, en la otra orilla, y receloso al principio, Francois Pienaar (Matt Damon), el capitán del equipo.

Invictus es un filme político, pese a haberse atenuado esta característica por el tema de fondo: los deportes. Empero, no por ello desaparece, pues determina o influye en las acciones de los personajes.

Eastwood no es un renovador en el uso de los códigos cinematográficos. Sí es un maestro, en cambio, en su aplicación, con un sentido clásico, e Invictus es una bella muestra de ello.

 

INVICTUS
Director: Clint Eastwood
Duración: 133 minutos
Idioma: inglés con subtítulos en español
País y año: Estados Unidos, 2009

Publicado en el diario Correo de Huancayo, el sábado 6 de marzo de 2010.

Crítica de cine: Clint Eastwood

El último clásico

Juan Carlos Suárez Revollar

En la primera mitad de los sesenta, el director italiano Sergio Leone iba preparando un Western de producción europea. La historia sería una adaptación de la película Jojimbo, de Akira Kurosawa, pero sustituyendo a los samuráis por pistoleros. Por entonces Clint Eastwood era un actor de poco éxito que participaba en una serie de televisión. Fue su primer protagónico y, además, el inicio de una admirable carrera, que lo convertiría en uno de los actores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, y en uno de los más emblemáticos del Western —antes dominado por Gary Cooper, Henry Fonda, James Stewart y el ya otoñal John Wayne—. El filme fue Por un puñado de dólares, y tuvo otras dos secuelas: Por unos dólares más y la impresionante El bueno, el malo y el feo, cierre de la trilogía The Man With no Name.

Don Siegel también lo dirigió en Dos mulas para la hermana Sara —otro western—, Escape de Alcatraz y la primera parte de Harry el sucio.
La importancia de los trabajos de estos directores, el éxito logrado, así como la experiencia de trabajar con ambos fue clave para Eastwood, y marcaría su estilo cinematográfico. Su debut como realizador fue en 1971 con el thriller Play Misty for Me, donde al compás de los fondos musicales de jazz, se cuenta la historia del acoso sufrido por el disc jockey Dave Garver —el propio Eastwood— por una de sus fans. El resultado llamó la atención de la crítica y lo reveló como un talentoso director, ya listo para afrontar proyectos más ambiciosos. De 1978 es el western El fugitivo Josey Walles, poderoso filme de discurso revisionista que con sutilidad muestra el brutal proceso de modernización norteamericana, tras la guerra de secesión. No está de más señalar que se encuentra al mismo nivel que Los imperdonables (1992), considerada como una obra maestra.

Hay que subrayar los policiales Crimen verdadero y Deuda de sangre, los dramas Los puentes de Madison, Río Místico y Golpes del destino, el díptico Banderas de nuestros padres y Cartas de Iwo Jima, y la reciente Gran Torino. Ello sin contar un buen puñado de películas menores. Destacan en todas sus habilidades visuales, su eficaz uso del claroscuro, y sus personajes memorables y atormentados.

Por su parte, su último filme, Invictus, basado en la vida de Nelson Mandela —estrenado en diciembre último y protagonizado por Morgan Freeman—, ha repetido el gran éxito de crítica al que ya nos tiene acostumbrados el maestro Clint Eastwood.

CLINT EASTWOOD
Nació en San Francisco en 1930.
Fundó la compañía productora Malpaso.
Es además compositor y pianista de jazz.

Publicado en Correo de Huancayo, el 23 de enero de 2010.

Crítica de cine: Actividad paranormal

Acosados desde el más allá

Juan Carlos Suárez Revollar

Desde el rodaje de los primeros filmes, y a causa de sus limitadísimos recursos técnicos, los realizadores se veían obligados a adaptarse a lo que tenían. El paso del tiempo y el avance de la tecnología, así como la transformación del cine en un lucrativo espectáculo masivo —que derivó en los cada vez mayores hasta los astronómicos presupuestos de la actualidad—, han modificado tanto la producción cinematográfica que, hoy en día, es difícil pensar en una película que no haya tenido una gigantesca suma para su realización.

Actividad paranormal transgrede esa norma de forma eficaz —costó apenas 10 mil dólares—. Su estrategia es sencilla: adaptar la realización —desde la historia hasta el rodaje— a los limitados recursos con que se disponía: cámaras digitales semicaseras, sencillos equipos de iluminación y sonido y actores noveles. Así, usando como pretexto el deseo de registrar la actividad paranormal que se encuentra en casa de los esposos Katie y Micah, este último empieza a grabarlo todo, permanente y hasta impertinentemente, y es precisamente ese material el que se ve durante la proyección.

Lo que inicialmente es un juego, va gradualmente empeorando, y la presencia paranormal va tomando cada vez mayor protagonismo. La técnica utilizada no es otra que la del formato bautizado como mockumentary, es decir, una historia en apariencia real pero que no es más que una ficción en forma de documental.

Es de destacar la presencia de la cámara como un mudo testigo de los hechos, pues es la única que está presente como un ojo impasible a lo largo del desarrollo de toda la historia. Los personajes, al inicio resignados y hasta juguetones, la “adoptan” como a un integrante más de sus vidas. Es precisamente ahí donde estriba uno de los mayores defectos del filme: cuesta trabajo creer que en los momentos de mayor pánico los protagonistas se desplazarán llevándola encima.

Sin embargo, la película está muy bien contada, y se ha cuidado de tener una curva dramática ascendente. Ese es su principal mérito, a pesar de los desperfectos.

ACTIVIDAD PARANORMAL
Director: Oren Peli
Duración: 99 minutos
Título original: Paranormal Activity
País y año: Estados Unidos, 2007
Idioma: inglés con subtítulos

Publicado en el diario Correo de Huancayo, el sábado 9 de enero de 2010.

Crítica de cine: Avatar

Pocahontas, Smith y la intolerancia

Juan Carlos Suárez Revollar

En el penetrante ensayo Identidades asesinas, Amin Maalouf escribe que la causa de las matanzas entre etnias son las identidades colectivas que, por la intolerancia, el nacionalismo insensato y, más que nada, por la desvalorización de los ‘otros’, se termina aborreciendo a los integrantes de comunidades ajenas, sin caer en la cuenta que no se intenta siquiera comprenderlos.

Buena parte de la tesis de Avatar, el último filme de James Cameron (Terminator —1 y 2—, El secreto del abismo, Aliens, Mentiras verdaderas, Titanic) se refiere precisamente a ello: en un escenario futuro —es el año 2154—, los humanos que trabajan para la ‘Compañía’ —una entidad muy similar a aquella que, con sus innumerables alas y sus brutales prácticas, promueve la sanguinaria extracción de recursos en el Congo, en El corazón de las tinieblas, de Conrad— intentan reasentar a los Na’vi, nativos bípedos que viven en absoluta armonía con la naturaleza en la espesa jungla del planeta Pandora, a fin de iniciar las operaciones de extracción de Unobtanium, un valioso mineral, pues los Na’vi moran sobre el yacimiento principal.

El cabo Jake Sully (Sam Worthington) logra infiltrarse en la comunidad Na’vi gracias a su avatar, un cuerpo idéntico a los de los nativos que, a través de la sincronización por control remoto, le permite controlarlo. Se establece entonces una profunda relación con Neytiri, la hija del jefe de la tribu, quien le sirve de nexo y le enseña todo lo necesario para comprenderlos y convertirse en miembro de los Na’vi.

Hay dos partes muy marcadas en la historia: la primera, más lograda, comprende el idilio de Neytiri y Jake Sully mientras dura el aprendizaje de éste, y la segunda desde el inicio de la guerra hasta el desenlace del filme.
Cameron se caracteriza por realizar películas espectaculares de gran interés, y Avatar no es la excepción. Logra equilibrar las escenas de acción con aquellas más reflexivas. Aunque la puesta en escena y los efectos especiales son realmente impresionantes, la historia tiene graves defectos, principalmente en la segunda parte, donde se hace presente su discurso manipulador y tendencioso. Por ello, el final es inverosímil y, así, no se consigue el funcionamiento como conjunto.

Por eso, Avatar debe verse como un entretenido filme y, en añadidura, como una reflexión sobre el problema ambiental y la intolerancia en nuestra sociedad.

AVATAR
Director: James Cameron
Idioma: doblado al español
Duración: 160 minutos
País y año: Estados Unidos, 2009

Publicado en el diario Correo de Huancayo, el 26 de diciembre de 2009.